El triunfo de la Cruz
26 de marzo de 2013
Muy queridos hermanos,
Bíblicamente, esta es una de las fechas más importantes del año. La Pascua es una celebración de la redención y la liberación por el poder de la sangre. Esta fiesta celebra no solo la liberación de Israel de Egipto, sino también nuestra liberación de Satanás y del pecado por la sangre de Jesús, nuestro Cordero Pascual. Cuando entendemos la historia de la Pascua, podemos vencer mejor las fuerzas demoníacas que nos mantienen en esclavitud. La buena noticia sigue siendo la misma para nosotros, al igual que lo fue para los esclavos israelitas en Egipto: ¡Dios tiene un plan para salvarnos!
Creo que es apropiado que durante este tiempo que celebramos la Pascua, recordemos lo que Cristo hizo por nosotros.
LIBERACIÓN DEL PODER DEL TIRANO
“¿Será quitado el botín al valiente? ¿Será rescatado el cautivo de un tirano?
Pero así dice Jehová: Ciertamente el cautivo será rescatado del valiente, y el botín será arrebatado al tirano; y tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos.” (Isaías 49:24-25)
¿Quién es este tirano que cruelmente ha apresado millones de almas? ¿Quién podrá librarlas de sus garras? ¿Quién podrá abrir las puertas de la cárcel espiritual a los cautivos?
Dios afirma en su Palabra, que Él mismo va a liberar y rescatar al cautivo del tirano.
No hay peor tirano que Satanás. Con sus engaños y mentiras ha capturado multitudes de personas y sigue haciéndolo en nuestros días.
“Cuando el HOMBRE FUERTE armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.
Pero cuando VIENE OTRO MÁS FUERTE que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín.” (Lucas 11:21-22)
¿Quién es este hombre fuerte y armado que guarda su botín? Es el diablo, que utilizando las armas de la falacia tiene las almas esclavas en su poder. No obstante, Dios ha prometido dar buenas nuevas, abrir los ojos de los ciegos y apertura a los presos de la cárcel. El apóstol Pablo nos dice:
“anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz
y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:14-15)
Esos decretos que había contra nosotros, es la maldición, que acarreamos por herencia y que merecíamos por transgredir la ley de Dios quebrantando sus preceptos. Pero JESUCRISTO VENCIÓ, despojó a los principados y a las potestades del aire, exhibió públicamente a los poderes diabólicos y triunfó sobre ellos en la cruz del Calvario.
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.” (Gálatas 3:13-14)
Aparentemente, la muerte expiatoria de Jesús en la cruz, podía anunciarse como una derrota ante el reino de las fuerzas del mal. Sin embargo, era el manifiesto de la victoria sobre la autoridad espiritual del diablo en nuestras vidas y el triunfo del amor de Dios. el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. (Colosenses 1:13-14)
LA MAYORÍA NO ENTIENDEN LA EFICACIA DE LA CRUZ
En la epístola de los Efesios, San Pablo ora:
“No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,
Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de SABIDURÍA y de REVELACIÓN en el conocimiento de él,
Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza,
la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,
sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero;
y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efesios 1:16-23)
La mayoría no entienden la eficacia de la cruz porque no tienen REVELACIÓN del PRECIO tan grande que Cristo pagó para redimirlos. A través de este sacrificio, sufragó el rescate, subió a lo alto, llevó cautiva la cautividad y triunfó para todos aquellos que confían en Él.
Es por su sangre derramada en la cruz que nosotros podemos llamar a Dios nuestro Padre. No tendríamos ningún derecho de declarar estas palabras si no fuera por la obra de sustitución de Jesucristo, que nos ha reconciliado y unido con Dios. Somos ACEPTADOS y recibidos porque, hace dos mil años, Él fue desechado de los hombres y como ocho siglos antes lo profetizó el profeta Isaías:
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.” (Isaías 53:3)
El rechazo de Jesús resultó en nuestra aceptación.
MEDITEMOS EN LA CRUZ DE CRISTO VIENDO UNA OBRA MAESTRA, COMPLETA Y PERFECTA
Actualmente, percibimos más y más cómo la tiranía espiritual va ganando territorio en cada frente de batalla. Ciertamente el botín del diablo son los niños, la juventud, en definitiva, la humanidad que está bajo su dominio a causa de las artimañas diabólicas sembradas en sus mentes. Pero tenemos armas de luz, armas poderosas, las armas del evangelio de la cruz de Jesucristo. Es tiempo de utilizarlas y aplicarlas, por medio de la predicación de la Palabra, para librar a los cautivos.
Dios nos ha prometido rescatarnos de toda esclavitud, defender nuestro pleito y salvar a nuestros hijos.
“Pero así dice Jehová: Ciertamente el cautivo será rescatado del valiente, y el botín será arrebatado al tirano; y tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos.” (Isaías 49:25)
¿Has sentido rechazo? ¿Has sufrido injusticias en tu vida? ¿Has experimentado sufrimientos y dolores? Recuerda que Jesús, antes que nosotros, fue desechado, despreciado de los hombres para rescatarnos y para que pudiéramos ser aceptados en la familia de Dios.
Jesús soportó nuestro rechazo, para que pudiésemos tener la aceptación del Padre. Jesús llevó nuestra vergüenza, para que pudiésemos compartir su gloria.
Cristo colgado en la cruz, entre el cielo y la tierra, sufrió el peso de la culpa y condenación de toda la humanidad, el desprecio de su pueblo, de sus propios hermanos y de los líderes religiosos. En su forma más agonizante el rechazo de su Padre y la muerte eterna, que es la separación de Dios.
“Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27:46)
Sufrió el justo por los injustos. Así nosotros podemos ser libres del pecado y perdonados de esta tremenda culpa. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. (2ª Corintios 5:21)
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Sin ser culpable de ningún pecado, Jesús padeció y soportó toda nuestra iniquidad. El profeta Isaías nos dice: aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. (Isaías 53:9)
Pero en el versículo 6 dice: …Jehová cargó en él el pecado [avon] de todos nosotros
. Jesús no se identificó simplemente con nuestro pecado, sino que también soportó todas las malas consecuencias de esa iniquidad. Como el chivo expiatorio que le había prefigurado, Él se las cargó, de manera que no puedan volver a nosotros nunca más. En este simbolismo, el macho cabrío llevaba no sólo las iniquidades de los israelitas, sino también todas las consecuencias de sus iniquidades.
Aquí está el verdadero significado de la cruz. En ella, se llevó a cabo un intercambio divino. Primero, Jesús soportó en nuestro lugar todas las malas consecuencias que eran debidas, según la justicia divina, a nuestra iniquidad. Ahora, en cambio, Dios nos ofrece todo el bien que correspondía a la obediencia sin pecado de Jesús.
En otras palabras, el mal que nos correspondía a nosotros vino sobre Jesús, para que, en cambio, el bien que correspondía a Jesús pudiese ser ofrecido a nosotros. Dios es capaz de ofrecernos esto sin comprometer Su propia justicia eterna, porque Jesús ya ha soportado a nuestro favor todo el castigo correspondiente a nuestras iniquidades.
LOS BENEFICIOS DE LA CRUZ
Dios, en Cristo, estaba reconciliando el mundo, no imputándoles ya sus pecados. Si reconocemos nuestra naturaleza pecaminosa, llena de maldad y de egoísmo, el Señor nos puede declarar justos. Reposemos en los beneficios de la cruz, en la obra perfecta del amor de Dios para unirnos al Padre, gozando de afecto y armonía con Él.
Cristo vino, sufrió, fue vituperado, rechazado y separado del Padre, para que nosotros pudiéramos ser injertados en la vid verdadera. Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. (Juan 15:1)
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Jesús tomó nuestras penas, dolores, enfermedades y la maldición de la ley cayó en su propio cuerpo, para que recibiéramos la bendición.
Jesús recibió el castigo correspondiente a nuestras transgresiones e iniquidades, para que nosotros, en cambio, pudiéramos ser perdonados y así tener paz con Dios.
A través de sus llagas, Jesús llevó nuestras enfermedades y nuestros dolores para que nosotros pudiésemos ser sanados.
“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.” (Isaías 53:10)
Ahora, por tu fe y confianza, por haber aceptado a Cristo como único y suficiente Salvador, puedes apropiarte de todos sus privilegios, eres parte de su Iglesia y de su Cuerpo. Los derechos que le pertenecen a Cristo, hoy también te pertenecen. Por lo tanto, es hora de afirmar y de PROCLAMAR el TRIUNFO de la CRUZ, despojándonos de todas las ligaduras del diablo, andando en novedad de vida, en santidad, obedeciendo los mandamientos y decretos del Señor.
Jesús vino para librarnos de la muerte y de la condenación del pecado. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (Romanos 8:2)
En cambio, muchos se sienten constantemente bajo culpabilidad y condenación. Dios, creador de los cielos y de la tierra ha escrito tu nombre en el libro de la vida y SUS BRAZOS ESTÁN ABIERTOS para que seas ACEPTO en el AMADO.
Si miramos a la cruz con fe el veneno del pecado es extraído de nuestra alma. Somos libres de las esclavitudes, potestades y derechos del enemigo, cuando estamos dispuestos, de corazón, a someternos y confiar completamente en la sana doctrina de este evangelio. El apóstol Pablo nos dice:
“Resistid al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4:7)
¿Cómo podemos resistir al diablo? Le resistimos SOMETIÉNDONOS a Dios, a su Palabra y al fundamento de la obra vicaria de la cruz de Jesucristo que clamó: Consumado es. (Juan 19:30)
Dios ha planeado el rescate, la redención de la humanidad es una obra perfecta en todos sus aspectos. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. (1ª Juan 1:8)
DIOS REVELA SU CARÁCTER A TRAVÉS DE SUS DIFERENTES NOMBRES
En el Antiguo Testamento el nombre de Dios viene a ser sinónimo de su Presencia. Por ello Dios se revela a través de diferentes nombres que desvelan su CARÁCTER, su PERSONALIDAD y su VOLUNTAD. Dio estos nombres al pueblo de Israel en situaciones muy concretas de su historia, para que establecieran un pacto espiritual con Él. En Cristo todos estos nombres están encarnados corporalmente y nos expresan su naturaleza Divina. Si profesamos que por medio de estos nombres Dios desea manifestarse y ofrecerse a nosotros, vendremos y entraremos en su pacto eterno.
Cristo es Tsidkenu, nuestra justicia: Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. (Génesis 15:6)
. Dios nos declara justos en Abraham y pone a nuestra cuenta la justicia de su amado Hijo: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos 5:1)
. Si confesamos el evangelio y creemos en la obra de la cruz de Jesucristo, seremos libres de este tirano que quiere destruir nuestras vidas, la Iglesia y las almas.
Cristo es Shalom, nuestra paz: Pero Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás. Y edificó allí Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-salom. (Jueces 6: 23.24)
. Cristo nos ha librado del efecto del pecado, que es el temor, y nada nos puede atormentar. La presencia de Dios en nuestro corazón nos llena de paz. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4:7)
Cristo es Rapha, nuestro sanador: Ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador. (Éxodo 15:26)
Cristo es nuestro médico por excelencia. Murió para sanar las heridas del alma y las enfermedades de nuestros cuerpos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores. (Isaías 53:4)
Y por su llaga fuimos nosotros curados. (Isaías 53:5)
Cristo es Jireh, nuestra provisión: Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto. (Génesis 22: 13.14)
. Dios ha provisto un sacrificio para nosotros. Él es fiel para proveer todas nuestras necesidades, a través de sus riquezas en gloria, si obedecemos y andamos en sus pactos: Jehová es mi pastor; nada me faltará. (Salmo 23:1)
Cristo es Nisi, nuestra bandera o estandarte: Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi; y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación. (Éxodo 17:15-16)
. Dios se reveló en Cristo como nuestro abogado y mediador: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. (1ª Timoteo 2:5)
. Dios es capitán del ejército de la Iglesia. Nos perdamos la gloria de su protección tratando de justificarnos y defendernos de las críticas de nuestros enemigos. Él es nuestra defensa.
Así que ¿será rescatado el cautivo del tirano? Tú que estás todavía atado por pecado, vicios, drogas o atormentado. ¿Sientes qué estás en sus manos? Dios te pregunta: ¿quién te podrá librar?
Cristo ha entregado su vida para reconciliarte con Dios y darte vida en abundancia. Si miras a la cruz, ahí tus pecados fueron clavados. La base del pecado es el quebrantamiento de los mandamientos de Dios. Cristo llevó el pecado sobre la cruz del madero para que fuéramos inmunes a las condenaciones de nuestro adversario que viene a robar, matar y destruir. ÉL LUCHÓ con TU ENEMIGO hasta la muerte para librarte de la boca del león.
¿Estás dispuesto a vivir por Cristo, que murió para que tú vivieras? Cristo, el Cordero sin mancha, inocente, puro, fiel y compasivo, sumo sacerdote, ora e intercede por ti, imputando su justicia cada vez que apelamos a su misericordia, estuvo en el infierno para sacarte a ti. No hay otro nombre, ni otro camino, ni otra verdad. Si crees serás libre, si dudas serás condenado.
La cruz es la OBRA MAESTRA, perfecta de Dios que ha despojado a Satanás de su poder, autoridad e imperio y nos traslada al reino de su amado Hijo. El evangelio es poder de Dios para salvación, para todo aquel que cree. Cristo en la cruz lo soportó todo, para que tengamos paz en el alma, el paraíso eterno y la gloria con Dios.
ORACIÓN
Eterno y precioso Padre, Dios de los cielos, Redentor nuestro.
Querido Pastor, te damos gracias por este evangelio que hemos proclamado por tu gracia y tu fuerza. Pedimos, Señor, que podamos creer y ser levantados de la escoria, del fango, libres de la boca del león. Que nuestros pies estén firmes en la Roca que es Jesucristo.
Oh, Padre Santo, perdona nuestro corazón malo que se aparta de ti. Señor, que podamos acercarnos por la fe a tu presencia, entrar gratuitamente por la puerta estrecha y andar por el camino angosto. Señor, sabemos que es el pecado de la incredulidad, dudar de tu Palabra y de lo que tú has hecho por nosotros, lo que trae más condenación a nuestras vidas.
Haznos ver la cruz, la sangre brotando de tu costado y cada gota limpiando las manchas de nuestras almas. Haznos ver el precio que has pagado para salvarnos del infierno y de la muerte. Que seamos agradecidos siempre. Volvámonos a Ti con gratitud, dando gracias por tu gran amor. Que nadie, por los que tú has muerto y derramado tu sangre se pierda, sino que todos los que están lejos de Ti procedan al arrepentimiento, se arrodillen al pie de la cruz y reciban la vida nueva, la vida eterna.
Gracias Señor en su precioso nombre y por los meritos de Jesús. Amén.
Un abrazo paternal,
Daniel
Damos gracias a Mª Eugenia por su dedicación y trabajo de transcribir para nosotros este mensaje que prediqué en el Tabernáculo.