Una palabra personal para ti

¡No perdamos la fe!

13 de marzo de 2013

“Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan.

Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.

Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres.

Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, como los arroyos del Neguev.

Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.

Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla. Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.” (Salmo 126:1-6)

Muy queridos hermanos,

No hay mayor desgracia, en la vida cristiana, que perder la fe y volvernos cínicos, ni nada peor para un siervo de Dios que ser suspicaz. Un pastor me comentó, hace ya algún tiempo, del grave peligro de dudar de otros siervos en el ministerio y sospechar de todo. También es así en la vida de aquellos que se llevan desengaños, pierden la ilusión y se sienten traicionados por haber confiado en alguien o en algo. Y cuántas preguntas surgen después por estas decepciones. ¿Dónde está Dios? ¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué lo ha permitido?

MANTEN FIRME TÚ CONFIANZA HASTA EL FIN

Efectivamente muchos sufrimos desilusiones, desánimos, depresiones, pero la fe cristiana consiste en mantener firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio.

“Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio…” (Hebreos 3:14)

El camino es largo, no es una carrera de cien metros, sino un maratón de muchos obstáculos. Hace 58 años que me convertí al Señor Jesús, he atravesado muchas pruebas y dificultades, pero Dios siempre ha sido fiel. Lo esencial es que el amor no se enfrié y atesoremos el buen depósito que Dios ha puesto en nosotros por su Espíritu Santo.

No perdamos la confianza que tiene gran galardón. Mantengamos nuestra fe intacta y nuestra vida intachable. Resistamos a los vientos de adversidad, sigamos con ganas de luchar, de pelear la buena batalla de la fe, anclémonos a la Roca, que es Cristo, para no ser arrastrados por diversas corrientes de doctrina, pues Él es poderoso para guardarnos irreprensibles, espíritu, alma y cuerpo, hasta su venida.

Si alguien sufrió desilusión, indiscutiblemente, fueron los discípulos de Cristo. Tenían plena esperanza en que Jesucristo sería rey y gobernarían con Él. Todas sus expectativas y sueños se frustraron cuando le vieron entregarse para ser crucificado en la cruz. No entendieron nada. Desalentados, todos le abandonaron dejándole solo. Pero, gracias a Dios, el obispo de nuestras almas, el buen pastor, anduvo buscando y presentándose a sus ovejas, una por una. A los dos de Emaús, a los diez en Jerusalén, junto al mar de Tiberias, a los del Aposento alto, a todos, fue renovándoles y devolviéndoles su fe que tan zarandeada había sido. La Biblia dice que cuando le vieron resucitado y les mostró las manos y el costado …los discípulos se regocijaron viendo al Señor. (Juan 20:19-20)

Y el apóstol Pedro declara:

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.” (1ª Pedro 1:3)

Los discípulos experimentaron la restauración de la fe. Asimismo, necesitamos que Dios avive nuestra fe en Él. Anhelemos una fe nueva para impartir a los demás.

UNA VISITACIÓN DE DIOS

Tenía 28 años cuando fui con mi esposa a Monterrey, Méjico, para promover una cruzada de evangelismo. Con una fiebre espantosa, la columna vertebral rota y encorsetado en una faja ortopédica, alquilé el estadio más grande de la ciudad, con capacidad para 6.000 personas. Todos los pastores del distrito, menos uno, me abandonaron por temor a ser arrestados. Juntos los tres nos lanzamos a ganar Monterrey para Cristo.

La primera noche, la instalación de sonido falló, tuve que predicar dando vueltas por la plataforma para que me oyeran todos los asistentes y terminé extenuado. Al llegar a casa me tiré al suelo, destrozado, llorando, quebrantado, sin fuerzas, ni perspectivas para seguir con la campaña, pero el Señor me visitó y me habló en Isaías: Hijo mío, ¿porque dudaste? Si confías y no dudas, yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre. (Isaías 58:14). Al día siguiente yo era otro hombre, la gente a penas me reconocía, subí al estrado con una fe tan viva que dije: “si el Señor en esta noche no hace milagros ni sanidades, yo soy un mentiroso, la Biblia es mentira y Cristo está muerto. ¿Quién podía arrebatarme mi fe? Sí, Jesucristo se me reveló en la grandeza de su resurrección y me fortaleció. Dios confirmó mis palabras, manifestó su gloria y su poder obrando milagros prodigiosos que jamás había visto antes.

Desde el momento en que Dios me bautizó con su Espíritu Santo, me concedió los dones de poder. Llegué a España, desde Méjico, lleno del fuego de su espíritu y con un ardiente deseo de orar por los cautivos y oprimidos del diablo. El Señor respaldó mi visión de fe y muchas almas fueron sanadas físicamente y liberadas de la potestad de Satanás.

SEÑOR RESTÁURANOS, HAZ RESPLANDECER TU ROSTRO SOBRE NOSOTROS

Poco tiempo después el enemigo se encargó astutamente de robarles la fe, la convicción, la seguridad de los milagros y proezas que Dios había hecho en sus vidas. Fueron dando lugar al escepticismo total y finalmente retrocedieron, apartándose de los caminos del Señor. Yo mismo, al ver tanta incredulidad, fui perdiendo paulatinamente las ilusiones y la confianza que traía de Méjico. También, en aquella época atravesé circunstancias durísimas, así como divisiones en las iglesias y un problema tras otro. "¿Dios mío, dónde estás? ¿Qué ocurre en mi vida?" Sinceramente, mi fe ha sido sacudida y probada por fuego. Si hoy estoy en pie, es por la pura gracia de Dios que me está sosteniendo y restaurando.

El rey David, en el salmo 80, suplicó tres veces la misma oración: Oh Dios de los ejércitos, restáuranos; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. Creo que su clamor es el que actualmente necesita la iglesia y el que debería brotar en cada corazón. Muchos hemos sido decepcionados, defraudados, heridos, otros están titubeando y tambaleándose: ¡Señor restáuranos, haz resplandecer tu rostro y seremos salvos! Señor, restaura nuestros dones, renueva nuestra fe.

Los discípulos sólo deseaban ver restituida la gloria del reino de Israel.

“Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?

Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;

Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” (Hechos 1:6-8)

La solución no está en restablecer el poder y la gloria, sino en recibir un nuevo bautismo. El derramamiento del Espíritu Santo es la respuesta a un clamor vehemente: ¡Señor restáuranos, haz resplandecer tu rostro y seremos salvos! Suba esta plegaria al cielo como el incienso y descienda como lluvia tardía, trayendo torrentes de bendición sobre la iglesia.

LA GLORIA POSTRERA SERÁ MAYOR QUE LA PRIMERA

Durante las décadas 70 y 80 hubo un gran despertar en Málaga, fueron años de avivamiento. En nuestra iglesia de Torremolinos, no había suficiente espacio para todos los asistentes y muchos se quedaban fuera. Pensé hacer un auditorio con mayor capacidad, tenía el proyecto y los planos, pero Dios no lo permitió. Al cabo de un tiempo, el diablo se infiltró con sus cizañas y rápidamente empezaron a emerger quejas y divisiones.

Con nostalgia podríamos decir: “Señor restitúyenos la gloria de aquellos años” pero mi fe va más allá y digo: Señor restáuranos con la gloria de la iglesia primitiva. El modelo a seguir no es lo que tuvimos en Málaga ni Torremolinos, sino el ejemplo de la vida de los primeros cristianos. ¿Es vuestro anhelo también que Dios nos renueve, nos llene de su amor y seamos como la iglesia del primer siglo?

“Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Así que no había entre ellos ningún necesitado.” (Hechos 4:32-34)

Durante los años 50, vi milagros tremendos y ansío verlos otra vez. Oh Dios, restáuranos; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. (Salmo 80:3). Cuando Dios restablezca la unidad, el amor de unos con otros y la iglesia esté arrepentida, limpia, restaurada, sin envidias, ni rivalidades, ni ofensas, fluirá el río de su gracia, brotará el fruto del espíritu por todas partes. Se desprenderá el perfume y la fragancia de la vida de Cristo. , …seremos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; (Salmo 126:1-2). Cada experiencia traumática, cada sufrimiento, tristeza y desunión, en nuestras vidas, han ido minando algo de nuestra fe, pero Dios ha prometido:

“Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros.

Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios…y mi pueblo nunca jamás será avergonzado.” (Joel 2:25-27)

Seremos saciados con el gozo del primer día en que recibimos el bautismo del Espíritu Santo y donde quiera que estemos podremos regocijarnos y alabarle.

PERDONA, OH JEHOVÁ, A TU PUEBLO, Y NO ENTREGUES AL OPROBIO TU HEREDAD

Pero antes del cumplimiento de esta promesa hay unas condiciones y el profeta Joel nos enseña la manera de restaurar:

“Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos… Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?” (Joel 2:16-17)

Ahora, a través de esta predicación, estamos cortando, limpiando, santificando, poniendo un alto listón llamado “Camino de Santidad”, …el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará (Isaías 35:8). Dios mismo está ordenando la calzada de santidad para su pueblo, bajando al altivo, levantando al humilde, enderezando lo torcido e limando lo áspero. Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo. (Joel 2:18)

El mayor don que Dios da es el arrepentimiento, en cambio, es el menos deseado. El salmista David oró arrepentido: …No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. (Salmo 51:11-12) David, a pesar de todos sus errores y debilidades, tenía un corazón que agradaba a Dios porque sabía arrepentirse con toda su alma.

Nosotros, a veces sólo tenemos remordimiento, es decir, lloramos, gritamos e incluso nos revolcamos en el suelo, pero continuamos haciendo y practicando las mismas cosas, mientras que el arrepentimiento genuino ayuda a cambiar, a dar un giro, a tomar otra dirección. La diferencia es grande…Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos y los pecadores se convertirán a ti. (Salmo 51:13) Con el arrepentimiento nace el profundo deseo de evangelizar y testificar a las almas.

“Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres”. (Salmo 126:2-3)

LA RESTAURACIÓN DE LA FE, Y LA VISIÓN PARA EMPRENDER ALGO NUEVO

Dios ha prometido restaurar la fe y la visión, para emprender algo nuevo. No perdamos la ilusión. Él me está avivando, dándome visión y nuevas fuerzas. En el año 65, andando por las calles de Torremolinos, repentinamente vi a la gente como ovejas sin pastor. De esta visión se edificó la iglesia de Torremolinos y se abrió la obra de las comunidades, pionera del resto de comunidades que ahora hay por toda España. Sin visión no hubiera habido nada.

David, en su oración por la restauración, cantaba: Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan. (Salmo 126:1) Soñamos que Dios nos reavive con los dones del Espíritu Santo. Así que aguardemos no sólo la sombra de Pedro cayendo sobre los enfermos sino por otra parte, también la persecución. Existen amenazas cuando hay avivamiento. El avivamiento no es para sentirnos mejor sino para que el nombre de Dios sea glorificado, honrado, bendecido y los demás nos vean como “epístolas vivas” reflejando su gloria.

El espíritu de intercesión está comenzando a mover sobre nuestras iglesias. Hay pequeños núcleos que poseen ese espíritu de oración pero deben extenderse. Que cada corazón tenga un anhelo ferviente de que sea RESTAURADA la FE, la VISIÓN, la UNCIÓN. La unción que quiebra el yugo. …y el yugo se pudrirá a causa de la unción. (Isaías 10:27). Esa unción viene cuando estamos DISPUESTOS a PAGAR el PRECIO. Que la iglesia atesore una meta unida y un sólo propósito. La Biblia dice: Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. (Hechos 2:1)

Aferrémonos a las promesas de Dios y defendámoslas. Sobre los últimos días, Dios dice: Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne. (Hechos 2:16-17)

Timoteo nos ayuda a discernir los últimos días:

“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.

Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos,

sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno,

traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.” (2ª Timoteo 3:1-5)

No creo que vengan tiempos mejores, al contrario, van de peor en peor, pues la opresión satánica es cada día mayor. Si sabemos que estamos en los últimos tiempos ¿hasta cuando estaremos esperando un ángel que venga a remover el agua? ¿Quieres ser ungido del Espíritu Santo? ¿A qué esperas? Cuando el profeta Daniel supo que la profecía de los 70 años de cautiverio de su pueblo se había cumplido y era tiempo de que Israel se quitara el yugo de su cuello, comenzó a buscar al Señor y la Biblia dice:

“Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza”. (Daniel 9:3)

Reclamemos las promesas de Dios, la restauración de la unidad de la iglesia, los dones del Espíritu, el don de intercesión, el espíritu de oración, la disciplina apostólica que hubo en la iglesia primitiva, el temor de Dios como resultado de esa disciplina, el gozo de la salvación y la conversión de los pecadores.

Dios tiene algo para mí y aún no lo he visto. Quiero ver la grandeza de la gloria de Dios en España. Es tiempo de que Dios nos restaure con el fuego de la Iglesia primitiva, el gozo y nuestra fuerza espiritual.

Gracias oh Dios, por darnos tu Palabra fielmente. Amén.

ORACIÓN

“Oh Dios de los ejércitos, restáuranos; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.”

Señor, restáuranos, que tengamos una meta unida. Restáuranos Señor, la fe, la visión, los dones del espíritu. Que tu Iglesia unida clame: “restáuranos, Señor” y veremos tu respuesta.

Yo sé que Dios lo hará, porque Él es fiel. Dios no nos engaña, si Él lo dice, lo cumplirá. Algunos lo verán y yo quiero ser uno de ellos, reclamo tus promesas, Señor.

¿Te sientes cautivo? ¿Atado? ¿Te asedia el peso de los pecados?

Clama a Dios, "restáurame, derrama sobre mí tu Santo Espíritu, quita mi yugo de mi cuello, libértame".

Un abrazo paternal,
Daniel

Damos gracias a nuestra hermana Mª Eugenia por su dedicación y trabajo de transcribir para nosotros este mensaje que prediqué en la Iglesia de Granada.