Una palapra personal para ti
La Convivencia

24 de agosto, 2009

Queridos hermanos,

Debido a las actividades del verano, el Discipulado y los Campamentos, he atrasado las cartas usuales que les envío.  Ahora espero continuar de nuevo este contacto.

Leyendo de nuevo unas instrucciones que utilizamos para el buen funcionamiento de la comunidad aquí en Antequera, me pareció que son aplicables para la vida cotidiana en la familia y también en la Iglesia.  Añado al final algo del libro “Cómo Conseguir la Salud Mental y Emocional”, que nos viene bien recordar.  Ha sido útil para mí y espero que lo sea también para ti.

Reglas de Convivencia Comunitaria

1)    Buscar sobretodo la unidad entre los que están en liderazgo, como algo imprescindible y como mandato de Dios.  Allí es donde Dios envía bendición. Esto también es aplicable al marido y esposa.  Todos sufren cuando hay desavenencias matrimoniales.

2)    Para conseguir esta meta debemos tener libertad para hablar lo que sentimos, libertad para ser sinceros el uno con el otro sin que haya reacciones defensivas.  La auto defensa es una reacción carnal y aprendido.  Se requiere un esfuerzo grande para no reaccionar así y poder hablar sin levantar la voz.

3)    Estar dispuestos a escuchar la opinión del otro líder sin prejuicio.  Padres deben escuchar a sus hijos, maridos a sus mujeres con una mente abierta y con mansedumbre, no a la defensiva.

4)    Escuchar con calma a los discípulos y ponerse en su lugar, no en lugar de jueces.  Es fácil juzgar antes de conocer los hechos.  Esto se llama prejuicio.

5)    No tomar ninguna decisión que afecte la paz, o el bienestar del otro, o que pueda beneficiar o perjudicar a la comunidad o a la familia sin antes consultar y llegar a un acuerdo.  Es fácil mandar y tratar de dominar y subyugar.  Se requiere tacto y educación de llegar a un acuerdo mutuamente satisfactorio.

6.    Una vez que una decisión es tomada de forma unánime, debe mantenerse, no irse deteriorando con el tiempo.  Este es el efecto de la ley de la entropía.  Deplorablemente muchas veces pasa.  No se mantiene los acuerdos que con tanta dificultad se han conseguido.

7)    Recordar que esta unidad que pretendemos conseguir, además de ser ejemplo a otros, es una forma de guerra espiritual.  La división, la discordia y los pleitos abren puerta al enemigo a destruir el hogar o la Iglesia.  La unidad del Espíritu Santo es la mejor forma de hacer guerra espiritual.

8)    Si no hay unanimidad en lo que propongas, no uses argumentos para imponer tu opinión sobre los demás, sino retira tu opinión o propuesta, esperando otro momento y confiando en Dios mientras tanto.  El reino de Dios consiste en justicia, paz y gozo.  Donde no hay justicia no habrá ni paz, ni gozo.  La ira del hombre no produce la justicia de Dios

9)    Reconocer que la forma en que hemos actuado hasta ahora, no es mutuamente satisfactoria y por lo tanto, debemos ceñirnos para mejorar la situación.  Si como vivimos no ha sido mutuamente satisfactorio, debemos cambiar.  Para poder cambiar todos debemos reconocer nuestras faltas y confesarlas.

10)  La guerra espiritual se vence cuando hay una unidad real entre nosotros.  Cualquier fisura da lugar a los ataques del enemigo.  Cristo oró que seamos uno como Él y el Padre son uno, y esa debe ser nuestra meta.  Cuando leemos la Biblia debemos examinarnos y ver en que área nuestra vida no esta de acuerdo y tener la humildad de cambiar.  La Biblia dice, no dejemos que el sol se ponga sobre nuestro enojo, ni demos lugar al diablo.  Esto debe motivarnos a obedecer la voz de Dios y poner en práctica sus mandamientos.  El amor cubre una multitud de pecados, el orgullo y la soberbia lo descubre.  Tengamos la mente de Cristo en casa también.

Guardando la paz

“Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.”  (Efesios 4:3)

Si decimos que tenemos paz con Dios, ¿por qué será tan difícil lograr la paz entre nosotros?  Nosotros no podemos crear esta unidad pero sí debemos guardarla.  Pablo quiso decir en este versículo, que nuestra prioridad debe ser la de guardar la paz entre nosotros, para que la unidad del Espíritu pueda continuar gobernando.  Sin la unidad del Espíritu, no hay bendición, ni crecimiento; además, si contristamos al Espíritu, perdemos el gozo y la paz.

Los conflictos en el hogar son tan dañinos a la unidad del Espíritu como los acontecidos dentro de la propia Iglesia.  Aquí es donde debemos practicar el guardar la unidad en el vínculo de la paz, estimulándonos al amor.

Las causas de las contiendas entre cristianos son diversas, pero básicamente las Escrituras lo resumen en una cosa:  La inmadurez espiritual y emocional, lo que Pablo llama, “carnalidad”. Por mucho que insistamos en que somos llenos del Espíritu y que tenemos los dones en operación, si hay contiendas y disensiones somos carnales y andamos como personas naturales, no hombres transformados.

Debe ser un objetivo personal para cada cristiano el procurar cada día no ofender ni el permitirse ser ofendido.  La forma de lograr esto es tener la mente y el Espíritu de Cristo, “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”.  (Efesios 4:2)

¿Cómo se puede destruir la obra de Dios?  Pablo lo dice en romanos 14:20:   “No destruyas la obra de Dios por causa de la comida”.  Desgraciadamente, los que no aprecian la dádiva de la presencia de Dios, pueden destruir la obra de Dios por cosas insignificantes.  Pablo quiso que vieran lo ridículo que era destruir la obra de Dios por discusiones necias y de poca importancia acerca de comidas y bebidas.

¿Cómo podemos llegar a esta meta de la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto?  No hay solución fácil, ni sencilla, pues mientras Dios en su misericordia tenga que utilizar a personas defectuosas e inmaduras tendremos esta situación.  La solución está en cómo nos consideramos a nosotros mismos en comparación con otros.  Si con humildad estimamos cada uno a los demás como superiores a nosotros mismos, hemos dado un golpe mortal al ego y la vanagloria.  No buscando cada uno lo suyo, sino deseando que su hermano sea honrado.  Aceptemos que si ponemos tropiezo delante del hermano ofendemos al Señor y contristamos al Espíritu.

Entonces ¿Cómo conseguir la paz en el hogar y cómo vivir sin tensiones?  Si conocemos las causas y las señalamos como faltas, solamente hemos hecho un diagnostico, pero aún nos falta la solución. Si pudiéramos darnos cuenta de los daños que las discusiones causan en el hogar y en la Iglesia, tomaríamos en serio el propósito de buscar y seguir la paz.  El camino de la paz, es un camino de disciplina diaria donde debemos despojarnos de todos los hábitos del viejo hombre y vestirnos del nuevo, creado a la imagen de Cristo.  Se trata de marcarnos un propósito fijo de frenar la lengua, o de otro modo nuestra religión es vana y falsas nuestras pretensiones de santidad.

Cuantos no tengan la paz interior consigo mismos, estarán siempre provocando discordia.  Si te consideras maduro y sano, pero aun no has podido romper los hábitos que has heredado de los padres y tu anterior manera de vivir, te aconsejo apropiarte de lo siguiente:

Me Propongo:

1)    Renunciar al derecho de ofenderme.

2)    Renunciar a mi derecho de irritarme por cosas insignificantes.

3)    Considerar a la otra persona más importante que a mi mismo.

4).   Renunciar a querer tener siempre la razón.

5)    Renunciar a mi deseo de dominar, manipular o controlar a las personas.

6)    Reconocer que tengo la responsabilidad ante Dios de vivir en paz, en todo aquello que dependa de mí.  Pedir la gracia de Dios cada día para que me de la paciencia necesaria para mantener la paz y el equilibrio emocional.

7)    No contristar al Espíritu Santo ni impedir el propósito de Dios en mi vida ni en la vida de aquellos con quienes vivo.

Reconozco que donde hay contención, hay toda obra perversa inspirada por Satanás.  Resisto a Satanás y todos sus intentos de disturbar la paz de Dios en mí.

Reconozco que el reino de Dios no consiste en comida ni bebida, sino en justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

No permitiré que se destruya la obra de Dios por cosas de poca importancia como la comida, la bebida o cosas semejantes de poca importancia.

Concluimos esta carta con estas palabras del apóstol Pablo.

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:7)

En el amor de Cristo,

Daniel

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