Bendice alma mía a
Jehová
2 de febrero, 2012
“Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo
mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides
ninguno de sus beneficios.
Él es
quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas
tus dolencias;
El que
rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y
misericordias;
El que
sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como
el águila.”
(Salmo
103: 1-5)
Muy queridos
hermanos,
Los Salmos de
David están llenos de alabanzas a Dios. Por ejemplo en
los versículos 20 al 22 del mismo Salmo:
“Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles,
poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra,
obedeciendo a la voz de su
precepto.
Bendecid a Jehová, vosotros todos sus
ejércitos, ministros suyos, que hacéis su
voluntad.
Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras,
en todos los lugares de su señorío. Bendice, alma mía, a
Jehová.”
Todos deseamos las
bendiciones de Dios y Él ha prometido bendecir a los que
les obedecen. Pero me pregunto: ¿Cómo puedo bendecir a
Dios, si Él no necesita nada, y si Él es suficiente en
si mismo? Como dice el himno:
“¿Qué
puedo darte yo? ¿Qué puedo ofrecerte? ¿Si todo lo que
tengo me lo has dado Tu?”
Y Dios
contesta:
“Dame
tu vida y yo lo transformaré. Haré algo de ti, que ni tu
mismo, lo comprenderás.”
Y contestamos a
Dios:
“Señor
transfórmame. Toma lo que yo soy. No tengo mas, es lo
único, tómalo. Tómalo, te pertenece
Señor.”
Aquí en las
Escrituras descubrimos la manera en la que Dios ha
elegido bendecirnos y es que le bendigamos a Él primero:
“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su
alabanza estará de continuo en mi boca.” (Salmo
34:1)
El Salmista
nos anima: “Entrad por sus puertas con
acción de GRACIAS, por sus atrios con ALABANZA;
Alabadle, bendecid su nombre. Reconoced que Jehová es
Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;
pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.” (Salmos
100:3-4)
El menor es
bendecido por el mayor y Dios es infinitamente mayor que
toda su creación. Lo que vemos en las Escrituras que le
agrada a Dios y lo que Él pide es nuestra gratitud,
obediencia, honra y alabanza. Dios busca a los que le
adoran en Espíritu y en verdad (sinceridad).
En la revelación
dada a San Juan, él escuchó a las multitudes cantando:
“Y
miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono,
y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su
número era millones de
millones,
Que
decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno
de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la
fortaleza, la honra, la gloria y la
alabanza.
Y a
todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra,
y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las
cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en
el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la
gloria y el poder, por los siglos de los siglos.”
(Apocalipsis 5:11-13)
ORDENA A TU ALMA
Retomando
nuestro texto en Salmo 103 vemos que David ORDENÓ a su
alma (sus emociones, sentimientos y sentidos) de
bendecir a Dios. A veces no nos sentimos movidos a
alabar a Dios, pues las circunstancias emiten reacciones
todo lo contrarias. El alma dice: “quiero llorar,
quiero quejarme, me siento desilusionado, frustrado y
decepcionado”. Es en estas mismas
circunstancias donde debemos ORDENAR a nuestra alma:
“alma mía,
BENDICE a JEHOVÁ, y todo mi ser a su santo nombre y no
olvides ninguno de sus
beneficios”.
“Bendeciré a Jehová
en todo tiempo”. Que esto sea
nuestra meta; en los tiempos de dificultades y
frustraciones, cuando llueve y cuando truene como cuando
brilla el sol.
Hay una
tendencia natural como seres humanos de querer buscar a
alguien a quien culpar por lo que nos sucede y Dios
siendo la máxima autoridad recibe mas quejas. Pero en el
tiempo de las pruebas terribles de Job leemos que él
dijo: “Jehová
dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. A
pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a
Dios” (Job 1:22.)
El poder de la
vida o la muerte esta en la boca. El que sabe controlar
la lengua puede dominar los demás apetitos. Los animales
se comunican de muchas maneras pero no hablan. Solamente
al hombre, Dios le ha dotado con esa facultad. Con la
lengua Lucifer engaño a Eva. En cambio, las palabras de
Dios son espíritu y vida y edifican y crean.
La boca es muy
importante. No podemos con la misma boca bendecir a Dios
y maldecir a los hombres que son hechos a Su imagen.
David dijo: “Su alabanza estará
siempre en mi boca”. Creo que todos
nos quedamos cortos allí. Debemos aprender a frenar la
lengua y orar todos los días.
“Sean
gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi
corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor
mío.”
(Salmo 19:14)
¿CUALES SON LOS BENEFICIOS QUE DIOS NOS HA
PROMETIDO?
El rey David
escribió: “Bendice alma mía a
Jehová y no olvides ninguno de sus
beneficios” y luego los enumeró.
¿Cuáles son? Quizás reconocemos nuestras
responsabilidades y quizás nuestros pecados están
siempre delante de nuestros ojos, pero ¿cuales son los
beneficios que Dios nos ha prometido? Aquí tenemos las
bendiciones que Dios quiere derramar sobre
nosotros.
1.
Él Perdona todas tus iniquidades, pecados y
rebeliones.
2.
Sana todas tus dolencias.
3.
Rescata del hoyo tu vida y libra tu vida de la
destrucción.
4.
Te cubre de misericordias y
compasiones.
5.
Te sacia de bien tu boca (tu vida).
6.
Y te rejuvenece como el águila.
Nos preguntamos
¿Cómo podemos llegar a apropiarnos de estas bendiciones?
Diré para empezar que Dios bendice a los que APRECIAN
sus beneficios y bendiciones sobre las demás bendiciones
naturales. Entonces debemos preguntarnos: ¿Cuales son
nuestras prioridades? ¿Dónde está nuestro corazón?
Tomemos nota de la vida de Esaú, el hermano de
Jacob.
VALORANDO LAS COSAS DE DIOS POR ENCIMA DE
TODO
Esaú despreció su
primogenitura, y cuando lo quiso recuperar no encontró
lugar de arrepentimiento aunque lo buscó con lágrimas.
Jacob, por el contrario deseo la bendición de su padre a
tal punto que estaba dispuesto a poner su vida en
peligro para obtenerla. El profeta Isaías habla de la
herencia de Jacob.
“Si
retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu
voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo,
glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus
propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando
tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová;
y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te
daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la
boca de Jehová lo ha hablado.” (Isaías
58:13-14)
Esaú quiso la
bendición de su padre antes de que se muriera, pero un
tiempo atrás, cuando tuvo hambre, lo vendió a su hermano
por un potaje de lentejas. Hay cosas que no se pueden
recuperar aunque podemos ser perdonados.
Puso sus deseos
carnales y naturales antes que la bendición de Dios. No
tenía la vista muy larga y pensó exclusivamente en la
necesidad del momento. Si queremos la bendición de Dios
que nos corresponde como hijos de Dios y coherederos con
Cristo, debemos VALORAR LAS COSAS DE DIOS por encima de
todo lo natural y temporal. La herencia de Jacob y la
bendición que su padre le dio se puede leer en Génesis
27:27-29. Esaú perdió todo esto por no querer
esperar.
Donde esta nuestro
tesoro, allí estará nuestro corazón. Lo que ponemos en
primer lugar en nuestros afectos será lo que controla y
determina nuestras decisiones. Como gastamos el tiempo y
el dinero indica lo que consideramos de mayor
importancia. El que siembra a la carne de la carne
cosechará corrupción. Esaú perdió esta asombrosa
bendición por vender su primogenitura a Jacob (Israel).
¿POR QUÉ DEBEMOS BENDECIR A
DIOS?
Volvamos a la
cuestión ¿Por qué debemos bendecir a Dios? Porque el
Señor es bueno y su misericordia permanece por todas las
generaciones y su verdad es eterna. A pesar de lo que
pasa, el Señor es bueno y su misericordia es para
siempre.
En Hechos 4:29-31
leemos que cuando alabaron a Dios y engrandecieron Su
nombre fueron todos llenos del Espíritu Santo y hablaron
la Palabra con denuedo y valentía.
“Y
ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos
que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras
extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales
y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo
Jesús.
Cuando
hubieron orado, el lugar en que estaban congregados
tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y
hablaban con denuedo la palabra de Dios.”
(Hechos 4:29-31)
Los Salmos
terminan declarando: “todo lo que
respira, alabe al Señor, Aleluya”
(Salmos 150:6). Alabado sea el Señor. Amen.
AMANDO LA VOLUNTAD DE
DIOS
Nuestro corazón no
siempre desea bendecir a Dios. Dios ha declarado:
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos mis caminos.” (Isaías 55:8)
Obviamente las dos naturalezas están opuestas el uno al
otro. La meta suprema del creyente es hacer la voluntad
de Dios y acatarnos a sus mandamientos. Pero por encima
de HACER la voluntad de Dios esta el pináculo de AMAR la
voluntad de Dios. Esto no viene sin que primero nos
agarremos a la cruz.
La cruz es algo
que tomamos diariamente y voluntariamente que nos lleva
a conformarnos a Cristo en su muerte. Aun el Señor en la
agonía de Getsemaní, dijo: “No mi voluntad sino
la tuya sea hecha”. Vemos con
claridad la terrible lucha entre su humanidad y el
Espíritu. Él tenía su propia voluntad y era opuesta a la
voluntad del Padre.
Dios obra en
nosotros tanto el querer como el hacer de Su voluntad,
pero esta obra es un proceso, una LUCHA, hasta que nos
RINDAMOS a DIOS y entramos en Su paz. Uno puede vivir
años, incluso toda su vida eligiendo hacer lo que Dios
le pide y aun así estar sufriendo sin desear la voluntad
de Dios. Cristo puso su rostro como un pedernal hacia
Jerusalén sabiendo lo que le esperaba. Su muerte no era
algo agradable, pero era necesario, para nuestra
salvación. Pero después de la cruz, hubo una
resurrección. Si sufrimos con Él, reinaremos con
Él.
Tenemos que pensar
no solamente en la cruz y el sufrimiento, sino en la
recompensa y el gozo que nos espera. Jesús soportó la
ignominia y la vergüenza de la cruz por el gozo que le
esperaba al otro lado de esa prueba.
La voluntad
de Dios es más alta que los cielos y a veces no lo
podemos entender. No podemos ver el futuro, ni la gloria
que nos espera. Vivimos en una neblina, vemos por un
espejo oscuro, pero mas allá del valle de lagrimas
(Baca) habrá los ríos de agua viva que refresca el alma
abatida. Por eso el Salmista dijo: “Bendice, alma mía,
a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo
nombre”.
Tengamos
igualmente la certeza de que: “El Señor hace
justicia y defiende a todos los
oprimidos” (Salmo 103:6). Pronto o
tarde los muros caerán y los barrotes se harán pedazos
cuando podamos cantar y bendecir a Dios en la media
noche de la vida. Toma aliento alma abatida y afligida,
el Señor aun tiene algo bueno para ti. “¿Por qué te abates,
oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios;
porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío”
(Salmo 42:5).
Quiero añadir
ahora una carta de David Wilkerson que acabo de leer que
me ha bendecido. Aunque falleció en un accidente de
coche el año pasado, escribió este mensaje unos meses
antes de partir. Creo que David Wilkerson aun muerto,
nos sigue hablando: “todo estos murieron en fe”. Que
formemos parte nosotros un día de esa gran nube de
testigos, testificando de la fidelidad de Dios y su amor
incondicional.
¿TODAVÍA CREES?
(Por David
Wilkerson - 18 de Febrero, 2011)
Recientemente tuve
una experiencia insólita en mi tiempo de meditación con
el Señor. Su voz susurrante me preguntó: “¿Todavía
crees?”
“¿Crees que aún te amo incondicionalmente,
que estás ahora siendo guiado por el Espíritu Santo; que
yo guardo en mi redoma cada lágrima que estás derramando
aquí mismo en este lugar, en esta misma hora, en la
perfecta voluntad de Dios?
“¿Crees que todas las cosas siguen obrando
para el bien de los que me aman, que escucho tus
oraciones, aun cuando no tienes palabras audibles para
expresarlas; cuando todo parece oscuro y abrumador,
cuando el miedo se apodera de tu mente y alma y cuando
parece que se han cerrado los
cielos?
“David, ¿Todavía crees que doy de comer a
todos los seres vivos: los peces del mar, el ganado, las
aves y todos los reptiles? ¿Todavía crees que tengo
contados todos los cabellos de tu cabeza y que tomo nota
de todas las aves que han caído sobre la faz de la
tierra? ¿De verdad lo crees?
“¿Todavía crees aun cuando llega la muerte a
tus seres queridos? ¿Crees todavía lo que has
testificado, que doy consuelo y fortaleza para enfrentar
incluso la tumba? “¿Todavía crees que te amo y que
perdono todos tus pecados pasados, tus pecados presentes
y que voy a perdonar todos tus pecados futuros si
descansas y confías en mí? ¿Crees que yo entiendo cuando
Satanás envía a sus mensajeros en tu contra para
implantar mentiras, dudas, blasfemias, miedos y
desesperación?
“¿Todavía crees que estás en la palma de mi
mano, que para tu Salvador eres más precioso que el oro;
que la vida eterna es tu futuro, que no hay poder que te
puede arrebatar de mi mano y que me conmuevo por cada
enfermedad y aflicción que soportas? ¿Todavía crees que
estas cosas son verdaderas?”
Mi respuesta es
rotundamente ¡Sí! ¡Sí! Señor, ¡yo todavía creo todo esto
y más, mucho más!
Lea todo el
Salmo 103 y pregúntese: “¿Todavía lo creo?
¿Creo todo lo que
dice?”
Un abrazo
paternal,
Daniel
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