Una palapra personal para ti
Honrando a Dios

07 de enero, 2012

“Sí, pues, soy yo Padre ¿dónde esta mi honra?, Y si soy Señor, ¿dónde está mi temor?”     (Malaquías 1: 6)

Muy queridos hermanos,

He llegado al convencimiento que Dios HONRA con su PRESENCIA, los que le honran. En que sitio mejor que en Su casa para honrarle, donde nos reunimos para adorar y alabarle. Si no le honramos en su casa, ¿Cómo podemos esperar que nos honre con Su presencia y el derramamiento de Sus dones y gracia? Se ha perdido tanto el temor de Dios en nuestras iglesias y en nuestras vidas personales. Dios se ha vuelto nuestro “amigo” y “compañero”, el que nos ama y nos bendice; y nos hemos vuelto tan familiar con Él que hemos perdido el respeto, honra y reverencia que le debemos.

La manera frívola y liviana en la que algunos asistimos a los cultos, es una indicación que no estamos ni concientes ni con expectativa de Su presencia. Su promesa es que enviaría el “paracleto”, el Consolador, Su vicario para estar en y con nosotros. No debemos tomar esta promesa ligeramente, sino de anhelar y pedir esta bendición prometida. Siendo más concientes de los que nos rodean en Su casa, o a los que dirigen, más que a Cristo, a través de su Espíritu Santo, es perder una gran bendición. Aunque Él es invisible, es tan real como el que está sentado a su lado.

El propósito del hombre en la tierra es glorificar a Dios, agradarle en todo, conocerle íntimamente y deleitarse en Su presencia. Todo lo que hacemos, debe ser para su Gloria y Honra y el avance de su Reino.

RESPETANDO LA PRESENCIA DE DIOS

Hay muchas maneras en la que debemos honrar a Dios y el primero es de respetar Su casa y tener una actitud de reverencia cuando nos acercamos a Él, tanto en la oración como en la alabanza. La alabanza y la adoración deben ser dirigidos hacia Dios y no solamente para disfrutar de una bendición o tener una experiencia religiosa.

Dios honra, a los que le honran y visita a los que realmente anhelan Su presencia y aprecian Su palabra más que el oro.

HONRANDO A DIOS CON NUESTRO DINERO

“Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto.”          (Proverbios 3:9-10)

La forma en la que gastamos el dinero es una clara indicación de lo que valoramos. Si entendemos que es Dios quien nos da la capacidad de ganar dinero y que es Él que suple todas nuestras necesidades, según Sus riquezas, entonces es natural que honremos a Dios con nuestras ofrendas y diezmos. El diezmar honra a Dios. Con el diezmo y las ofrendas reconocemos que todo le pertenece a Dios y que somos suyos.

“Y Jehová ha declarado hoy que tú eres pueblo suyo, y su exclusiva posesión, como te lo ha prometido, para que guardes todos sus mandamientos.”   (Deuteronomio 26:18)

El rehusar diezmar y ofrendar revela el amor al dinero, el amor al mundo y la falta de amor hacia el Señor. Muestra la falta de reconocer al Señor como fuente de todo lo que tenemos. Muestra la falta de fe en las promesas del Señor que dijo:

“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.”  (Lucas 6:38)

Reconozcamos que toda buena dádiva viene de arriba, honrando a Dios con nuestros diezmos y ofrendas, porque todo viene de Su mano. Devolvamos a Dios lo que le pertenece como ofrenda de gratitud. Honremos a Dios con nuestros bienes con las primicias de nuestra ganancia.

El que reconoce que es solamente un administrador de sus bienes y un mayordomo que tiene que dar cuenta de su mayordomía, entonces no le es cosa extraña el honrar a Dios en la manera en que gasta el dinero, o invierte y diezma. El que gasta sin reconocer el Señorío de Cristo sobre sus partencias no le honra y no debe esperar que Dios le honre a él en multiplicar su semillero y en prosperar sus inversiones. El que siembra escasamente, recoge escasamente. El dadivoso será bendecido y el tacaño sufrirá necesidad en todas las áreas.

“El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.”         (Proverbios 11:25)

HONRANDO A DIOS EN NUESTRA FORMA DE HABLAR

También podemos honrar a Dios en nuestras conversaciones, poniendo freno a la lengua de reconociéndole como Él que oye cada conversación y Él que comprende cada deseo de nuestros corazones.

Viviendo como si Dios no estuviera presente, es perder grandes beneficios. Él esta presente (omnipresente) en cada momento, y tiene interés en cada situación, aun en las cosas que parecen insignificantes. Le honramos cuando practicamos Su presencia y estamos concientes de que Él oye nuestras conversaciones. El salmista dijo:

“Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.”   (Salmo 19:14)

Honramos a Dios en consultarle antes de tomar decisiones. No lanzándonos y tomando pasos y luego pidiendo su bendición sobre lo que ya hemos decidido, sino reconociéndole en todos nuestros caminos y El guiara nuestros pasos.

“Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas.”      (Proverbios 3:6)

HONRANDO A DIOS HONRANDO A NUESTROS PADRES

El primer mandamiento con promesa es honrar a tu padre y a tu madre para que te vaya bien y que seas prosperado en tu vida. Quienes aprenden a honrar a sus padres, honrarán después a sus esposos/as e hijos. ¡Quiera Dios que la maldición de los hogares divididos sea quitada! y que Dios vuelva el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres.

Muchos de los problemas emocionales comienzan por no honrar a los padres y a las autoridades establecidas por Dios. Los que han faltado la honra y el respeto a sus progenitores naturales, a veces reflejan esta desobediencia en su actitud hacia sus padres espirituales. Aun los que no se rebelan abiertamente, ignoran o pasan de largo la voz de sus padres. Esa indiferencia forma parte de la desobediencia a los padres. Hoy en día esta rebelión se percibe en cada esfera de la sociedad; se evidencia en la forma de vestir, en el estilo de vida, en palabras y en actitudes irrespetuosas. Esta desobediencia se manifiesta en contra de cualquier autoridad tanto eclesiástica o civil. Es la evidencia del espíritu del anticristo, el hombre de iniquidad.

La tierra gime a causa de la destrucción de los vínculos de las familias.

Honrándonos unos a otros y unidos honrando a Dios, podemos edificar un hogar y una Iglesia que resista las tormentas que vendrán y podremos mantenernos como baluarte de la sociedad.

HONRANDO A DIOS CON NUESTROS CUERPOS Y CON NUESTROS APETITOS

El DOMINIO PROPIO en cuanto a nuestros apetitos naturales, es HONRAR a DIOS con el cuerpo pues cuando uno deshonra el cuerpo uno peca contra Dios. Cualquier área de nuestra vida donde no hay disciplina o no esta sujeta al Señorío de Cristo puede desembocarse y dominarnos. A esto lo llama el apóstol Pablo, “pasiones desordenados”. La glotonería que produce obesidad mórbida, el uso de tabaco, el exceso de alcohol, la adición al café y los dulces, deseos desordenados sexuales, dañan el cuerpo y pueden dar lugar a enfermedades y ataduras.

El propósito del dominio propio es de FORTALECERNOS ESPIRITUALMENTE para poder vencer al pecado, la carne y la influencia negativa del mundo. De poder huir de la corrupción que hay en el mundo por medio de las concupiscencias. San Pablo dijo: “Huid de la fornicación” Huid de las pasiones juveniles. Para poder huir de un peligro uno tiene que estar en forma para correr. Para pelear la buena batalla de la fe, tenemos que ser disciplinados. Pablo escribiendo a Timoteo dijo: “disciplínate a ti mismo para la piedad” (1ª Timoteo 4:7-8). Parte de nuestra disciplina es despojándonos de todo pecado y de los pesos y cosas innecesarios que impiden nuestra carrera.

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, DESPOJÉMONOS de TODO PESO y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.”            (Hebreos 12:1)

El Espíritu Santo, nos provee de la virtud del dominio propio. El que tiene el Espíritu Santo tiene el potencial de la auto-disciplina. El pecado no se enseñorea de nosotros. No obstante, Dios quiere que pongamos toda diligencia en COLABORAR con el Espíritu Santo.

El dominio propio, además de la obra del Espíritu Santo, es el resultado de una vida DISCIPLINADA. Significa “capacidad del carácter para controlar los impulsos, en especial los que apartan de una meta ardua o inclinan a un goce inmediato” o “poner bajo sumisión, bajo disciplina, amansar, subyugar” y en cuanto a la lengua, frenar” (Santiago 1:26). Aun en cosas lícitas, donde nadie puede llamarnos la atención, es necesaria la autodisciplina para que podamos CRECER ESPIRITUALMENTE y GANAR CREDIBILIDAD en nuestro testimonio. El dominio propio es el control de los apetitos, emociones, pasiones y palabras.

El que no se disciplina en las cosas lícitas (las comidas, el gasto de dinero, el sexo, etc.) no tendrá fuerza para resistir lo que es ilícito. El que alimenta la naturaleza carnal en un área, será débil en otra. El que no domina la carne en un punto da lugar a ser vencido en otro. La ociosidad y la abundancia de cosas materiales debilitan al espíritu y combaten contra el espíritu y adormecen la conciencia y produce sordera a la voz de Dios.

El peligro en todo esto, además de debilitarnos e impedirnos el crecimiento espiritual, es que si no ponemos el cuerpo en sujeción, podemos llegar a ser descalificados. En vez de un vaso de honra, seremos vasos de usos viles y no útiles en el Templo de Dios.

“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad…”   (2ª Pedro 1:5-6)

Se puede desarrollar disciplina y dominio propio. ESCOGIENDO ser una persona de excelencia e integridad. Haciendo lo que es CORRECTO, porque es correcto, cuando nadie le esté mirando. Todos tenemos áreas que no son naturalmente fáciles para nosotros, y si seguimos la carne, andaremos en pecado en estas áreas. Pero podemos vencer nuestras debilidades de nuestra carne a través del poder de Dios, escogiendo hacer lo correcto si nos guste o no.

El propósito de la auto-disciplina o el dominio propio es en primer lugar de HONRAR y glorificar a Dios y en segundo lugar de dar BUEN TESTIMONIO y de no ofender a la conciencia de otros más débiles y en tercer lugar que crezcamos FUERTES espiritualmente y no ser descalificados. Pablo hablando a los Corintios habla de la disciplina cristiana y lo compara con los que entrenan y compiten en deportes:

“Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre.

Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire.

Más bien, GOLPEO MI CUERPO y LO DOMINO, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado.”    (1ª Corintios 9-27)

La Iglesia primitiva era una Iglesia disciplinada, unida en amor y propósito, unidos en contra de la persecución y unidos en su avance contra las puertas del infierno. Una Iglesia con un solo propósito, disciplinado y consagrado a los intereses del reino de Dios será invencible. No hay vocación más digna que ser portador del mensaje de esperanza, ni honra mayor que ser un embajador de Cristo.

HONRANDO A DIOS EN NUESTRAS RELACIONES

Honramos a Dios cuando andamos con personas que le honran y no andamos en compañía con los que andan desordenadamente. No podemos tener comunión con las tinieblas y luego en un momento dado, andar en la luz. Las personas que andan mundanamente y no respetan a Dios no deben ser nuestros compañeros, ni amistades. “Yo amo a los que me aman”, dice la Sabiduría en el libro de los proverbios, “y me hallan los que temprano me buscan” (Proverbios 8:17).

El camino de la santidad y el crecimiento espiritual es practicando la presencia de Dios en cada momento, honrándole en cada decisión, reconociendo su Señorío en la vida personal y entrando en su Presencia con regocijo y por sus puertas con alabanza.

“Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo.

Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.

Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre.

Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones.”   (Salmo 100:2-5)

El que sirve a Dios es obediente a Su voluntad revelada en las Escrituras, y está dedicado a promover los intereses de su Señor. El siervo reconoce que su forma de vida debe representar a su Señor, y le HONRA con su COMPORTAMIENTO. El siervo de Dios le honra renunciando a toda impiedad y deseos mundanos para agradar a aquel que le llamó.

En los últimos cultos que celebramos en España, presté mucha atención a la presencia de Dios, y demandé orden y respeto y honra hacia Dios, y Él en su misericordia, nos bendijo y confirmo Su palabra con señales, milagros y sanidades. Creo que es el secreto que debemos practicar en cada culto y en cada día de nuestras vidas.  

Un abrazo paternal,

Daniel

PD. Le invitamos a hacer copias de estas cartas para su distribución gratuita.
Sin embargo, para todas las demás formas de reproducción o transmisión electrónica,
las leyes de derechos de autor son aplicables.

Si conoce a personas que no han recibido esta carta pero que quieren recibir estas cartas regularmente,
por favor envíenme sus e-mails a esta dirección

Al igual, si ha recibido este e-mail, y no desea seguir recibiendo estas cartas,
envíeme un e-mail pidiendo que le quitemos de nuestra lista.


www.delvecchio.org
Sirviendo a Jesús para la gloria del Padre
©  IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA APOSTOLICA