Nuestra identidad en Cristo –
el descanso de la fe
16 de marzo,
2012
“Pero
los que hemos creído entramos en el reposo… Por tanto,
queda un REPOSO para el pueblo de
Dios.
Porque
el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de
sus obras, como Dios de las suyas.” (Hebreos 4:3,
9-10)
Recientemente me hice miembro de la
asociación de ganaderos de Georgia. Tengo mi tarjeta que
llevo en la cartera y en la furgoneta tengo una placa,
que dice que soy miembro de los ganaderos de Georgia.
Cuando pedí entrar en esta asociación les pregunté:
¿Cuanto ganado es necesario tener para ser considerado
un ganadero? Me contestaron: ¡ninguno! Ahora soy un
ganadero reconocido en el Estado de Georgia, ¡sin tener
ni una vaca! Esta es mi nueva identidad y por supuesto
pienso cumplir mi destino y ¡comprar vacas!
Cuando me alisté al servicio militar, no
conocía la estrategia de guerra, ni la de defensa
corporal, ni siquiera sabía nadar. Pero después del
entrenamiento, aprendí todo lo que era necesario para
asumir mi nueva identidad de marinero.
NUESTRA IDENTIDAD “EN
CRISTO”
Pero ¿a dónde voy con esto? Actuamos según
como comprendemos nuestra identidad.
El que no sabe quien es, no sabe como
reaccionar en un determinado caso. El hombre natural
actúa según su naturaleza. Si nos vemos débiles y
derrotados, vamos a reaccionar de ese modo frente a la
tentación. Al no entender nuestra nueva identidad en
Cristo, no podemos hacer guerra contra la naturaleza
pecaminosa, ni contra los dardos encendidos del
diablo.
Nuestro comportamiento y como actuamos
depende de nuestra identidad. Si conozco mi identidad,
es decir mi nueva identidad en Cristo y la justicia de
Dios que está puesta a mi cuenta, puedo vencer. Si
pienso que soy indigno, voy a actuar como un mendigo y
nunca tendré fe en que Dios me escucha. Si me siento
condenando, no puedo hacer guerra contra el acusador de
los hermanos quien nos acusa noche y día, y no
descansaré en la obra Redentora de Cristo.
Aunque mis sentimientos pueden cambiar de un
día a otro, mi identidad no varía. Mis sentimientos no
deben determinar quien soy, ni lo que tengo que hacer.
Es mi identidad la que determina como actúo, lo que
hago, lo que digo y como me siento.
Aun Jesús fue tentado por Satanás en el
desierto cuando el acusador le intentó atacar sembrando
dudas acerca de su IDENTIDAD y su RELACIÓN con el Padre:
“Si eres el
hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en
pan”.
De igual manera el enemigo quiere hacernos
dudar de NUESTRA IDENTIDAD en CRISTO. Nos acusa y nos
trae condenación. Trata de menospreciarnos, anularnos y
restarnos fuerza para que dejemos de hacerle guerra. El
diablo, el príncipe de este mundo, desea e intenta
continuamente separarnos de Dios y poner en duda nuestra
identidad, pues sabe que si lo consigue somos tan
débiles como Sansón cuando le cortaron las
trenzas.
Necesitamos conocer y creer quienes somos en
Cristo para vivir una vida cristiana efectiva,
entendiendo que nuestra identidad en Cristo es vital
para nuestro éxito. Esta nueva identidad no depende de
cómo te sientas sino de como CREES. Tu verdadera
identidad es lo que eres “en Cristo”. Cuanto más de
acuerdo estás con Dios acerca de tu identidad en Cristo,
más reflejará tu comportamiento tu identidad dada por
Dios.
Si no comprendemos muy bien nuestra nueva
identidad en Cristo, no estaremos dispuestos a dar los
pasos y tomar las decisiones que esa identidad requiere.
Entonces la pregunta: ¿Quién eres? es muy importante
pues según nos veamos, así actuaremos.
Los que están en Cristo no están libres de
tentaciones, ni de luchas, pero su nueva identidad y el
poder del Espíritu que reside dentro de ellos, les
capacita para vencer.
La
Biblia dice: “si alguno está EN
CRISTO, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas.”
Hemos sido adoptados en la familia de Dios, nuestro
pasado ha sido borrado y el futuro está en las manos de
Dios.
Él es nuestra paz. En Él tenemos la certeza y
la seguridad de que Él nos cuida y nos defiende.
Conociendo quien soy, puedo actuar según esta identidad.
La lucha que tenemos diariamente es vivir
como nuevas criaturas. Si soy una nueva criatura en
Cristo, y lo creo firmemente, voy a actuar así. Si soy
la justicia de Dios en Cristo, voy a ser valiente ante
las acusaciones del diablo, delante de cualquiera de sus
emisarios y no agacharé la cabeza. Si creo que ningún
arma forjada contra mí va a prosperar y que cada lengua
que se levante en juicio la voy a condenar, no voy a
acobardarme delante de la crítica. Pues mi justicia es
de Dios ¿Quién acusará a los escogidos de Dios si es
Dios quien justifica? ¿Quién me puede condenar si Cristo
me ha lavado y declarado justo? ¿Quién me puede separar
del amor de Cristo si Dios tiene mi nombre escrito en la
palma de su mano y soy la niña de sus ojos?
Primero debemos saber lo que creemos y luego
en quién hemos creído. El apóstol dijo: “Nadie me
mueve”. “Yo sé a quién he
creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi
depósito para aquel día.” Si somos
nuevas criaturas, (creaciones) no somos lo que éramos,
ni lo que seremos. Somos más que vencedores en Cristo
quien nos fortalece.
Cuando el apóstol Pablo escribió a los
romanos y a los corintios, les llamó “los santificados
en Cristo Jesús, llamados a ser santos”. No les llamó
pecadores, sino santos. Seguramente no todos eran muy
santos, pues había discordia, rivalidades y celos, etc.
pero ya tenían esta nueva identidad. Eran llamados a ser
santos, santificados y apartados para el Señor.
“Quien nos salvó y llamó con llamamiento
santo, no conforme a nuestras obras, sino según el
propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo
Jesús antes de los tiempos de los siglos.”
(2 Timoteo
1:9)
Entonces pregunto: ¿No voy a equivocarme
nunca? ¡Sí! He cometido errores y seguramente seguiré
cometiendo más, pero sé que todo obrará para bien a los
que aman a Dios y son los llamados según su
propósito.
“Quien
nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a
nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia
que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de
los siglos.”
(2 Timoteo 1:9)
No podemos absolver el pecado, pero sí
podemos decir que a través de la sangre de Cristo,
nuestros pecados son perdonados. La
Biblia dice que: “si confesamos
nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad” (1ª Juan 1:9). Él es fiel y
justo a su promesa, pues no va a cobrar una deuda dos
veces. Cristo lo pagó totalmente y al confiar en su obra
vicaria, la deuda que tenemos está pagada.
¿Te sientes sucio? Es porque no crees la
promesa de Dios que dice:
“Si
confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
(1ª Juan 1:9)
En la traducción del inglés dice que Dios nos
limpiará de toda ‘injusticia’. Si Dios me limpia de toda
mi injusticia lo que queda entonces es la justicia de
Dios. El Señor sabe que hay cosas que no podemos
cambiar, palabras que hemos hablado que no podemos traer
de vuelta. Sin embargo, Él no nos está pidiendo que
hagamos penitencia o que hagamos promesas. Todo lo que
Él pide es que confesemos, reconozcamos y reclamemos sus
promesas. Si esta verdad penetra en tu corazón, vas a
levantar alas como águila y volar por encima de
cualquier sentimiento de inferioridad, debilidad o
culpabilidad.
EL DESCANSO DE
LA
FE
La Biblia
promete: “queda un reposo
para el pueblo de Dios”. Este
estado de descanso es imprescindible para vencer el
bombardeo del enemigo.
“Pero
los que hemos creído entramos en el REPOSO... porque el
que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus
obras, como Dios de las suyas.” (Hebreos 4:3,
10)
Sólo conozco una manera de entrar en este
descanso. La Escritura
es clara: La evidencia de la fe es el
DESCANSO.
En pocas palabras, la única manera de que
nuestra alma afligida y trabajada entre en descanso, es
estar convencidos de que: “Yo estoy en Cristo
y en Él soy aceptado por Dios y agradable a Él. No
importa cómo me sienta o cual sea mi CONDICIÓN, conozco
mi POSICIÓN en Cristo - que estoy sentado con Él en los
lugares
celestiales”.
El escritor de Hebreos habla sobre esto. Él
nos dice que cuando nos alejamos de la doctrina
fundamental de que somos aceptados por Dios por estar en
Cristo, nos “apartamos”
del Señor y volvemos a la esclavitud de la ley y la
carne.
Esta verdad fundamental sobre la cual todas
las demás se edifican es la doctrina de la justificación
por la fe. Es la doctrina que debes entender si deseas
tener la esperanza de entrar en el descanso que Jesús
ofrece.
JUSTIFICADOS POR FE
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz
para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo;
Por
quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en
la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza
de la gloria de Dios.”
(Romanos 5:1-2)
Justificados por la fe tenemos paz para con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Todos
nuestros esfuerzos para agradar a Dios y vivir en
santidad, son inútiles y frustrantes si no entendemos
esta doctrina fundamental. La base de la doctrina de la
justificación por fe, se encuentra en la cruz de Cristo.
Cristo es nuestra santificación y justicia. Nuestra
identidad depende de nuestra RELACIÓN con Él. Abraham
creyó a Dios y le fue imputado por justicia. La justicia
de Dios fue puesta a su cuenta y fue llamado el amigo de
Dios. Somos justificados por la fe en Cristo, y no por
las obras de la ley, “... puesto que por
las obras de la ley nadie será
justificado”. (Gálatas
2:16).
La guerra que libramos es la de creer que
Dios nos perdona y así poder resistir la condenación del
diablo. Somos justificados por la fe, y de ninguna otra
manera. Al intentar justificarnos a nosotros mismos, nos
quedamos indefensos. No podemos obtener la justificación
de Cristo por obras. La única manera de obtener la
justificación es CREYENDO y CONFIANDO en Dios. Todo
viene por la fe. No sólo somos salvos por la fe -- sino
que también somos santificados por la fe, justificados
por la fe, sanados por la fe, mantenidos por la fe.
¡Todo se realiza por la fe en lo que Jesús ha hecho! Es
la coraza de justicia la que defiende nuestros
corazones.
Hay dos cosas que están involucradas en
nuestra justificación por la cruz de
Jesucristo:
En primer lugar, tenemos el PERDÓN de todos
nuestros pecados. Cuando Jesús fue a la cruz, su sangre
nos perdonó de toda culpa.
En segundo lugar, somos ACEPTADOS por Dios
como justos en Cristo, por la fe. Esto significa que
Dios nos acepta por los méritos de lo que hizo Jesús en
la cruz y no por nuestras obras o buenas
acciones.
“Para
alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo
ACEPTOS en el AMADO, en quien tenemos redención por su
sangre, el PERDÓN de PECADOS según las riquezas de su
gracia.”
(Efesios
1:6-7)
Muchos no reciben las bendiciones y ni los
dones de Dios por sentirse indignos. Su conciencia les
acusa y su sensibilidad es herida. Es simplemente no
entender la OBRA
COMPLETA de CRISTO en la cruz: “Él fue entregado a
la muerte por nuestros pecados, y resucitó para nuestra
justificación”. La obra de
redención es COMPLETA y CRISTO ha TRIUNFADO sobre el
ACUSADOR en la cruz, despojándole de cualquier base
legal al acusarnos.
“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios
es el que justifica.” (Romanos
8:33)
Estar “en
Cristo” es la única base sobre la
cual se puede edificar una vida santa. Sin este
fundamento, trataremos de producir santidad por nosotros
mismos en nuestra carne y nuestros esfuerzos. Pero la
verdadera santidad se obtiene sólo a través de conocer
las riquezas de Dios en Cristo Jesús.
¿Te encuentras luchando arduamente por
agradar a Dios? ¿Atraviesas etapas en las que te sientes
que le estás agradando y otras cuando piensas que le
estás desagradando? Tenemos que poner los HECHOS por
encima de nuestros SENTIMIENTOS. Y el hecho es que
agradar a Dios no tiene nada que ver con nuestros
esfuerzos o nuestras buenas intenciones. Tiene todo que
ver con nuestra FE.
Sólo cuando nos aferramos a las bendiciones
que son nuestras por estar en Cristo, vamos a construir
sobre un fundamento firme. El plan de Dios para la
salvación es simple: Él envió a su propio Hijo como
nuestro libertador. Dios el Padre reconoce sólo a
Cristo. Así que, ¿cómo vamos a ser aceptados por Dios?
Pablo escribe: “Él nos hizo aceptos
en el Amado” (Efesios
1:6).
No dejemos que el enemigo nos robe de la fe y
de la nueva identidad en Cristo, pues es una identidad
eterna, perdurable. Así que no permitas que nadie, ni
nada te haga dudar ni de tu identidad, ni de la
autoridad que nos ha otorgado el Hijo de Dios. No te
menosprecies, ni permitas que el diablo lo haga.
Agárrate a tu nueva identidad y no dudes por un momento
de tu llamado.
“Porque a los que antes conoció,
también los predestinó para que fuesen hechos conformes
a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos.
Y a
los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que
llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó,
a éstos también glorificó.
¿Qué,
pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién
contra nosotros?
El que
no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por
todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas
las cosas?
¿Quién
acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica.”
(Romanos 8:29-33)
RECIBE LA JUSTIFICACIÓN
DE CRISTO
Ahora tengo en mi corazón y en mi boca un
mensaje que puede librar a los cautivos, sanar a los
enfermos y expulsar demonios. No tengo porqué temer
porque mayor es Él que está en mí que el que está en el
mundo. Aunque ande por el valle de la sombra de muerte
no temeré mal alguno porque Él está conmigo. Esta es
la
Palabra de fe que creo en el corazón y
que confieso con mi boca. Es la espada que sale de mi
boca y la que puede vencer a todos mis enemigos. Él me
enseñará a pelear y conquistar reinos. Puedo también
conquistar mis apetitos y mostrar dominio propio sobre
mi lengua y mi cuerpo.
Todo lo que achaca viene por creer mentiras.
La mentira puede estar en el subconsciente por traumas
del pasado, o en el consciente, pero al conocer la
verdad podemos ser libres. El hombre fuerte que te ha
encarcelado está atado y eres libre. La llave la tienes
en tu corazón y en tu boca. La luz ha brillado en tu
celda y las cadenas han caído de tus manos y pies. A
quien el Hijo hace libre ¡es verdaderamente libre!
Es tiempo de consolar a Sión y de quitar la
flecha encendida del enemigo que quiere hundirnos y
debilitarnos. Todo lo que contradice la
Palabra de Dios es mentira del diablo.
Jesús dijo a Pedro: “YO HE ROGADO POR
TÍ, para que TU FE NO FALTE.” Esas
palabras le dieron esperanza para poder levantarse.
Todo lo que nos haga dudar del amor de Dios
¡es una mentira! Lo que nos desanima y nos rebaja, ¡no
es de Dios! El Señor dice: “Mi hijo eres
tú”. “Ningún arma forjada
contra ti prosperará, y toda lengua (de acusación) que
se levante contra ti en juicio, tú
condenarás.”
Diga: “Por fe en la sangre
de Jesús: yo recibo la justificación de Cristo. ¡Él me
ha hecho justo, me ha capacitado para alabar y servir a
mi Señor!”
Ahora, levanta tu voz y tus manos, proclama
la victoria con todas tus fuerzas y no permitas que
ninguna condenación vuelva a impedir tu
andar.
Tienes un futuro y
Dios ya está allí esperándote.
Un abrazo
paternal,
Daniel
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