La guerra con
Amalec
1 de diciembre,
2010
“Después Samuel dijo a
Saúl:
Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su
pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras
de Jehová.
Así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Yo castigaré lo que hizo
Amalec a Israel al ponérsele en el camino cuando subía
de Egipto.
Ve, pues, y hiere a Amalec, y
destruye todo lo que tiene, y NO TE APIADES DE ÉL; mata
a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas,
ovejas, camellos y asnos.” (1ª Samuel
15:1-3)
LAS
LUCHAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Las luchas del antiguo testamento son
sombras de las luchas espirituales de hoy. Será difícil
comprender la masacre que Dios había ordenado si no
comprendemos el significado espiritual. Las relaciones
que mantuvo Israel con los pueblos conquistados siempre
terminaron CONTAMINANDO al pueblo y llevándolo a la
idolatría y costumbres paganas. Las guerras y las
matanzas del Antiguo Testamento son sombras de las
luchas espirituales que tenemos actualmente.
Hoy nuestra lucha no es contra sangre y
carne, sino contra huestes malignas que quieren impedir
nuestro avance. Nuestra tierra
prometida no es Canaán, lo que debemos conquistar son
los deseos carnales que luchan contra el espíritu. Hoy no tenemos
que subyugar a los pueblos extranjeros, sino cada
pensamiento que se levanta en contra de la autoridad de
Cristo.
“... mas si por el Espíritu
hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (Romanos
8:13)
La tierra prometida consiste en las
PROMESAS DE DIOS que debemos apropiarnos para avanzar en
el camino de la fe. Nuestra meta es
la conformidad con Cristo y el conocimiento de su
voluntad perfecta.
¿QUÉ
REPRESENTA AMALEC?
Amalec representa los enemigos
espirituales que quieren impedir el paso. “Yo castigaré lo que
hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando
subía de Egipto.” Amalec es símbolo
de la CARNE y la naturaleza pecaminosa que siempre ataca
cuando somos débiles.
Notemos también que Amalec representa un
espíritu de REBELIÓN contra la AUTORIDAD DE DIOS.
“Por cuanto la mano de Amalec
se levantó contra el TRONO DE JEHOVÁ, Jehová tendrá
guerra con Amalec de generación en generación.” (Éxodo
17:16)
Todo lo que hay en nosotros que se levanta
contra la autoridad de Cristo debe ser resistido. Al
someternos a Dios podemos resistir al diablo.
“Porque el deseo de la carne
es contra el Espíritu, y el del Espíritu contra la
carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo
que quisiereis.” (Gálatas 5:17)
LOS
ENEMIGOS DE DENTRO Y DE FUERA
Nuestros enemigos son el mundo, la carne y
el diablo:
·
El mundo es lo que enfría nuestro
amor por el Señor.
·
La carne es lo que impide nuestro
progreso.
·
Y el diablo nos ataca con dudas y
pensamientos, que como dardos encendidos pretenden
penetrar nuestras armaduras.
Cuando Dios mandó a Saúl que destruyese a
Amalec y que borrara su nombre de la faz de la tierra,
quiso decirnos a nosotros en esta dispensación, que nos
consideremos muertos al pecado. Que por el poder
del Espíritu Santo crucifiquemos la carne con sus
pasiones y concupiscencias. Nuestros enemigos
ESTÁN DENTRO del CORAZÓN, y debemos hacerles guerra en
cada generación.
Samuel ordenó a Saúl destruir sin piedad
tanto hombres, como mujeres y niños. Espiritualmente
entendemos que las COSAS PEQUEÑAS que toleramos (los
niños) se hacen grandes con el tiempo. Normalmente somos
muy tolerantes con nuestros defectos, e intolerantes con
los fallos de otros; cuando debe ser todo lo
contrario.
LA
TOLERANCIA A LAS PEQUEÑOS COSAS QUE SE TRANSFORMAN EN
GIGANTES
·
Las pequeñas DESOBEDIENCIAS y
REBELIONES que permitimos en el principio de nuestra
vida cristiana, se transforman en HÁBITOS y costumbres
que terminan esclavizándonos.
·
La actitud de INDEPENDENCIA que al
principio nos parece una virtud, va creciendo hasta que
se levantan muros que nos separan.
·
La OBSTINACIÓN que pensamos que es
solamente algo inofensivo que hemos heredado de nuestros
padres, termina siendo como el pecado de hechicería
porque desea controlar y manipular.
·
DEFECTOS DE CARÁCTER como la falta
de puntualidad, falta de consideración, falta de
disciplina y dominio propio, terminan siendo como
gigantes que nos impiden entrar en las promesas de Dios.
El descuido
de la vida devocional termina como malos hábitos que
apagan el fuego del Espíritu, desembocando en una vida
infructuosa.
·
LA LÁSTIMA PROPIA es una forma de
tener piedad de la carne. La tentación que
sufrió Jesús es la que sufrimos nosotros. Cuando Jesús
declaró a los discípulos que iba a sufrir, ser
crucificado y resucitar al tercer día, Pedro le tomó
físicamente por los hombros y le dijo: “Señor, ten
compasión de ti; ¡en ninguna manera esto te
acontezca!”, Cristo respondió: “¡Detrás de mí
Satanás!, porque no miras las cosas según la mira de
Dios, sino según los hombres”.
“Desde entonces comenzó Jesús
a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a
Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los
principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto,
y resucitar al tercer día. Entonces Pedro,
tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle diciendo:
Señor, ten compasión de ti; en
ninguna manera esto te acontezca. Pero él,
volviéndose, dijo a Pedro:
¡Quítate de delante de mí,
Satanás!; me eres tropiezo, porque NO PONES LA MIRA EN
LAS COSAS DE DIOS, sino en las de los hombres.” (Mateo
16:21-23)
Hasta su último momento de vida le
enjuiciaban diciendo: “Si eres hijo de Dios, sálvate
y baja de la cruz”. Es la misma tentación que
enfrentamos hoy: “TEN PIEDAD DE TI
MISMO; no sufras, sálvate”.
El Señor nos ha dicho claramente: “El que quiere
salvar su vida, la perderá; el que pierda su vida por mi
causa, la salvará”.
·
Las QUEJAS, CRÍTICAS y CENSURAS
terminan en el pecado de murmuración, que trajo tanto
juicio sobre los hijos de Israel.
VENCIENDO A TRAVÉS DE LA
INTERCESIÓN
Mientras Josué luchaba contra Amalec en el
valle, Moisés estaba intercediendo en la cumbre de la
montaña:
“Y sucedía que cuando alzaba
Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba
su mano prevalecía Amalec.” (Éxodo
17:11)
Sin la intercesión y el espíritu de
oración, los deseos carnales vencen a los deseos santos.
Cuando las
manos se cansan y nos falta el espíritu de oración, el
enemigo gana ventaja; pero cuando levantamos manos
santas a Dios en oración, la Iglesia prospera. Los intercesores
son tan importantes como los soldados que luchan mano a
mano.
Vuestro compañero en la fe,
Daniel