Deleitándonos en el
Señor
9 de marzo, 2010
“Si
retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu
voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo,
glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus
propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando
tus propias palabras,
ENTONCES TE DELEITARÁS EN JEHOVÁ; y
yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te
daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la
boca de Jehová lo ha hablado.” (Isaías
58:13-14)
Queridos y amados
hermanos,
El capitulo de
Isaías 58 ha marcado mi
vida y mi ministerio. Mi aventura con
este capítulo comenzó hace muchos años cuando tenía
alrededor de 16 años.
Mi madre
había hospedado por un tiempo en nuestra casa, a un
judío mesiánico que era un maestro de la
Palabra. Él me hacia leer
este capítulo en voz alta repetidas veces al estilo de
los maestros hebreos. En ese tiempo no
entendía su significado, pero muchos años después cuando
estuve en Monterrey, México, el Señor se reveló a mi
durante una prueba grande de fe y citó Isaías 58
hablándome esta promesa: “Hijo mío, ¿Por qué
dudaste? Si
no dudas en tu corazón, te haré subir sobre las alturas
de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu
padre.”
En aquel entonces
no sabía lo que significaba “la herencia de Jacob tu
padre,” pero después estudiando, vi que se refería a la
bendición del sacerdocio espiritual y las bendiciones
naturales de la provisión de Dios para cada área de mi
vida.
También la obra
social que comencé en los años setenta, fue motivada e
inspirada por este capítulo de Isaías 58. El Señor
haciéndome ver que el ayuno que Dios ha escogido, el
ayuno que es agradable a Él, es una forma de vivir, una
manera de responder a las necesidades del prójimo, es
suplir las necesidades de los menos afortunados.
“¿No
es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las
ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y
dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo
yugo?
¿No es que partas tu pan con el
hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa;
que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas
de tu hermano?
(Isaías
58:6-7)
Deleitándonos en el
Señor
Últimamente Dios
me está volviendo a hablar a través de este capítulo,
pero ahora llamándome la atención acerca de DELEITARME
en el Señor.
“Entonces te DELEITARÁS EN JEHOVÁ; y
yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te
daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la
boca de Jehová lo ha hablado.” (Isaías
58:14)
Estoy viendo la
necesidad de apartar un tiempo diario para orar, leer y
BUSCAR el ROSTRO de DIOS. De no ver la
oración como meramente un deber, una carga o una
obligación, sino como un privilegio, un deleite.
Cada uno de
nosotros necesitamos este lugar secreto, un lugar de
intimidad donde podemos pasar tiempo con la
Palabra de Dios y de buscar Su rostro.
Él ha
prometido:
“SI SE HUMILLARE MI PUEBLO, sobre el
cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi
rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; ENTONCES
YO OIRÉ desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y
sanaré su tierra.” (2ª Crónicas
7:14)
Si vamos a superar
las pruebas, tentaciones y dificultades que nos esperan,
tenemos que CONOCER A DIOS PERSONALMENTE. La intimidad y la
amistad con Él es imperativo si vamos a evitar el
naufragio espiritual. Gracias a Dios
por los cultos, las alabanzas y la comunión fraternal de
los hermanos, pero no es suficiente si queremos
perseverar cuando vengan los tiempos malos. Los discípulos
del primer siglo fueron dispersados por todas partes por
la persecución, y sólo Dios sabe cuando nos tocará algo
parecido. El altar familiar, además del lugar secreto a
solas con Dios, es muy necesario. Esto requiere
disciplina, tiempo y devoción.
Con la venida del
Espíritu Santo, podemos disfrutar de la
Presencia de Dios dondequiera que
estemos. Los discípulos
estaban limitados a Su presencia corporal. Pero ahora Él
está con nosotros siempre. Es el Espíritu
Santo quien nos ayuda en nuestras debilidades y nos
lleva al lugar santísimo. Hay que aprovechar la
oportunidad de orar en el Espíritu y EDIFICARNOS
DIARIAMENTE.
Escogiendo la mejor
parte
Creo que pocos
cristianos se DELEITAN en el Señor, o se gozan en la
intimidad con Él. Generalmente como jóvenes, venimos a
casa a comer o a pedir algo a los padres o a pedir
permiso para hacer algo que queremos hacer. Nuestros
deleites y placeres se encuentran en cosas FUERA DE
CASA.
Por supuesto, que
las Escrituras nos invitan a acercarnos confiadamente al
trono de la gracia de Dios, para encontrar misericordia
y ayuda en nuestros momentos de necesidad. Él nos ha dicho
que echemos toda nuestra ansiedad sobre Él, porque Él
tiene cuidado de nosotros. Pero nuestra
oración no es completa si solo nos quedamos
allí.
Somos como la
parábola del hombre que vino a llamar a la puerta de su
vecino porque había llegado visita inesperada a su casa
y no tenía nada para ofrecerles. Buscamos a Dios
por una palabra, por pan para dar a los hambrientos.
Queremos
servirle y agradarle, como lo hizo Marta, preparando la
comida para Él y los discípulos. Pero Jesús le
contestó que María había ESCOGIDO LA MEJOR
PARTE que no le sería quitada. María AGRADÓ al
Señor porque halló el secreto de la comunión con el
Señor.
“Marta, Marta, estás inquieta y
preocupada por muchas cosas, pero sólo una es necesaria.
María ha
escogido la mejor, y nadie se la quitará.”
(Lucas
10:41)
¿Cual es la mejor
parte que la mayoría de nosotros dejamos de
alcanzar?
¿En que consiste ese reposo para el pueblo de
Dios? Sólo
Juan el discípulo amado pudo conseguir ese sitio al lado
de Jesús recostando su cabeza sobre su pecho. En el huerto de
Getsemaní, aunque los once discípulos le siguieron,
solamente tres pudieron presenciar su agonía e
intercesión, aunque incluso estos por su cansancio, se
durmieron. No todos llegan a conocer al Señor en la
comunión de sus padecimientos, llevando cargas de
oración, poniéndose en la brecha para evitar el Juicio
de Dios sobre individuos o naciones. Eran solamente
tres los discípulos que le vieron cuando fue
transfigurado en el monte Santo, y oyeron la voz del
Padre:
“Y vino una voz desde la nube, que
decía: Este
es mi Hijo amado; a Él oíd.”
(Lucas
9:35)
A fin de conocerle
Pablo, hasta el
final de su carrera, anhelaba conocer a Cristo mejor,
sobre todo en el poder de su resurrección, siendo
conformado a su actitud frente a la muerte.
“a fin de conocerle, y el poder de su
resurrección, y la participación de sus padecimientos,
llegando a ser semejante a él en su
muerte.”
(Filipenses
3:10)
Jesús
resumió todo la obligación del hombre en esta frase:
“Y esta es la vida eterna:
QUE TE
CONOZCAN A TI, el único Dios verdadero, y a Jesucristo,
a quien has enviado.” (Juan
17:3)
La Biblia nos
enseña en el Salmo 16:11:
“Me
mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay
PLENITUD DE GOZO; DELICIAS a tu diestra para
siempre.”
¿Cómo podemos tener la “herencia de
Jacob”?
“Si
por causa del día de reposo apartas tu pie para no hacer
lo que te plazca en mi día santo, y llamas al día de
reposo delicia, al día santo del SEÑOR, honorable, y lo
HONRAS, no siguiendo tus caminos, ni buscando tu placer,
ni hablando de tus propios
asuntos…
Entonces te DELEITARÁS EN JEHOVÁ; y yo te
haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a
comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de
Jehová lo ha hablado.” (Isaías
58:13-14)
En este texto Dios
esta diciendo que la condición de poder disfrutar de las
bendiciones de Jacob, y subir por encima de los montes
de dificultad consiste en dos requisitos.
1.
El primero es HONRAR A DIOS, todo lo que hacemos,
debe ser para su Gloria y honra y el avance de Su reino.
Honrarle en
tener un tiempo que apartamos y dedicamos exclusivamente
a Él. No
haciendo nuestro placer, ni siguiendo nuestros caminos,
etc. debemos vivir en el reposo espiritual, en el sábado
perpetuo, Dios quiere que vivamos así siempre.
“Honra a Jehová con tus bienes, y con las
primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus
graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de
mosto.”
(Proverbios
3:9-10)
“Mas buscad primeramente el reino de Dios
y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas.”
(Mateo
6:33)
2.
El segundo, es DELEITARNOS EN EL SEÑOR. Gozarnos en su
Presencia, de buscarle como nuestro amado. Desear, como
María, estar a sus pies, recibiendo las palabras de
vida.
“Me
mostrarás la senda de la vida; en Tu presencia hay
plenitud de gozo; DELICIAS A TU DIESTRA para
siempre.”
(Salmo
16:11)
“Hijo
mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis
razones. No
se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu
corazón; porque son vida a los que las hallan, y
medicina a todo su
cuerpo.”
(Proverbios
4:20-22)
Si le honramos
poniéndole a Él primero en todo, en nuestras decisiones
y prioridades, con los diezmos (las primicias de
nuestros bienes) y nuestro tiempo, Él ha prometido
darnos la heredad de Jacob (Israel) y alimentarnos con
las bendiciones que recibió Jacob después de su lucha
con el ángel. Allí Jacob
prevaleció como un príncipe. Allí, su nombre
fue cambiado de engañador (suplantador), a Israel, un
príncipe. Su carácter fue
cambiado, y en vez de siempre buscar lo suyo, ahora con
la coyuntura de su cadera dislocada, entró en una
dependencia total de la provisión y protección de
Jehová.
7 motivaciones por la cual nos acercamos a
Dios
Hay una clase de
oración que es agradable al Señor. No todas nuestras
oraciones bendicen el corazón de Dios. Muchos cristianos
oran sólo por un sentido de obligación. Otros oran sólo
cuando ocurre una tragedia o cuando sobreviene una
crisis, y no oran de nuevo hasta la siguiente
dificultad. Si vamos a
orar de manera agradable al Señor, debemos aprender a
orar. La oración
no es sólo para nuestro propio bienestar - sino, para
tener comunión intima con el Señor.
Hay muchas razones
por la cual nos acercamos a Dios, todas legítimas y
buenas y necesarias, pero no todas son la meta final que
debemos seguir. Ahora por la
gracia de Dios, quiero delinear siete motivaciones
principales que nos conducen a la oración:
1)
Perdón y paz. En primer lugar
nos acercamos a Dios, buscando su perdón. Nuestra
conciencia nos condena y buscamos alivio y paz. Lo que nos motiva
es el temor del juicio. Deseamos ser
reconciliados con Dios y huir de su ira. Nos arrepentimos
y deseamos obedecerle.
¿Pero es este el
fin de la oración? ¿Que nos
proporcione paz y tranquilidad? ¡No! Hay mucho más.
El temor de
Dios es el principio de la sabiduría, pero no el final.
Al igual
que la auto-preservación es la primera ley de la
naturaleza, buscar a Dios para que nos salve y nos
liberte de la esclavitud del pecado, es la primera ley
espiritual.
2)
En Necesidad. Venimos a Dios
con nuestras necesidades. Deseamos ser
bendecidos, prosperados y que Dios supla nuestras
necesidades. Vamos a
la
Iglesia con el fin de recibir
instrucción y comida espiritual. Deseamos como
niños la leche espiritual para que podamos crecer. Tenemos hambre de
Dios y nos acercamos a Su mesa a comer. Somos como los
hijos que vienen a casa a comer o a cenar, pero aún no
pasan tiempo con los padres, prefiriendo mas jugar al
fútbol o ver una película o fraternizar con los
hermanos. Ciertamente Dios
nos invita a venir a Él, con confianza y presentar
nuestras peticiones.
“Acerquémonos, pues, confiadamente al
trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro.”
(Hebreos
4:16)
3)
Para obtener capacidad para
servir. Venimos a Dios
con el deseo de que nos capacite para servirle, ver Su
mano extendida sobre nosotros, sanando enfermos, y
capacitándonos a llevar el mensaje del Evangelio. Muchas veces
vamos al Señor para buscar fuerza para la siguiente
batalla y ayuda para servirle mejor y tener algo que dar
a los demás. Estudiamos Su
palabra y buscamos una palabra adecuada para poder
compartir con otros.
Desgraciadamente, a veces nosotros predicadores
solamente nos ponemos a orar en preparación para un
sermón. Este es un mal
muy común que nos limita a lo largo del ministerio.
4)
En apuros. Venimos a Dios en
apuros, en una enfermedad o dolencia, cuando ocurre una
tragedia o una crisis, cuando los médicos no dan una
solución, cuando los bancos quieren quitarnos la casa,
cuando el dinero no llega para fin de mes, etc. En momentos de pruebas,
aflicciones y hasta calamidades nos damos cuenta de la
necesidad de poner nuestras prioridades en orden. Clamamos a Dios
cuando truena. En nuestra angustia, clamamos a Dios y Él nos oye
y nos libra.
“Pero clamaron a Jehová en su
angustia, y los libró de sus aflicciones. Envió su
palabra, y los sanó, y los libró de su
ruina.” (Salmo
107:19)
“Sálvame, oh Dios, porque las aguas
han entrado hasta el alma. Estoy hundido en
cieno profundo, donde no puedo hacer pie; He venido a
abismos de aguas, y la corriente me ha
anegado.”
(Salmo
69:1)
5)
Par provisión. Venimos a Dios
por provisión material, por un trabajo, por el dinero
para pagar nuestras obligaciones y que supla para una
boda, una casa, un coche, unos muebles, etc. Esto es venir a
papa para pedirle algo, y es legítimo y bueno, porque
nos invita a venir a Él y presentar nuestras peticiones
con acción de gracias.
“Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias.”
(Filipenses
4:6)
6)
Para sentirnos bien. Venimos a
la
Iglesia, y tomamos parte en los cultos
para sentirnos bien, y aceptados por los demás. Hay muchas
personas que no se sienten realizadas sin formar parte
de una función en la Iglesia,
sobre todo en algo público en que puedan ser vistos y
reconocidos. Servir a Dios
para ellos es un ministerio público, cantar, tocar
predicar, etc. o ser un líder o un responsable en
la Iglesia. Todo
esto es bueno y legítimo y parte de nuestro servicio a
Dios pero se puede servir a Dios también en la
intercesión asolas, sin que nadie sepa, ni nos
vea.
7)
Comunión intima. Séptimo, el
número perfecto, es venir a Dios para estar con Él, y
tener la intimidad con Él a solas, de entrar en el
aposento privado, cerrar la puerta y hablar con el Padre
sin pedirle nada excepto la luz de Su rostro y Su
presencia. Como dijo el
profeta Isaías, “deleitarse en
Jehová” o gozarse en el Señor.
“Dios, Dios mío eres tú; de madrugada
te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela,
en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu
poder y tu gloria, así como te he mirado en el
santuario.”
(Salmo
63:1-2)
Deleitarse
en el Señor, significa simplemente poder decir: “Prefiero estar con
Jesús que con cualquier otra persona en la tierra. Prefiero pasar
tiempo con Él, que con cualquier otra persona. ¡Él es mi
deleite!”
También significa
poder decir: “Anhelo estar a
solas con Él - porque Él es el único que me puede
satisfacer. Todo lo demás me
deja vacío e insatisfecho. Nadie sino Jesús,
puede tocar mis necesidades más profundas. Y yo voy a Él tan
a menudo como puedo.” El vacío del alma
solo Él puede llenar, no hay sustituto.
Tan pocos
cristianos entran en la presencia de Dios con deleite,
simplemente por el placer de Su compañía. ¿Cuántos millones
de cristianos están afuera de la puerta, pidiendo como
mendigos? Algunos piensan
en orar como si se tratase de “trabajo”
o esfuerzo. La
Biblia nos dice que el Señor debe ser
nuestra alegría:
“Deléitate en el Señor, y él te
concederá los deseos de tu corazón.”
(Salmo
37:4)
Nuestro objetivo primordial en
la oración siempre debe ser la comunión con el Señor.
Aunque
Dios desea que le pidamos y que vengamos a Su mesa a
comer, desea comunión con sus hijos. Este era su
motivo al crear al hombre en el principio, a su imagen y
semejanza, para tener comunión con Él.
A través de
la cruz, ahora, podemos ser reconciliados con Dios y
volver al huerto, y tomar del fruto de Su amor. En Cantar de
Cantares nos dice: “Me llevó a la
casa del banquete, y SU BANDERA SOBRE MÍ FUE
AMOR.” (Cantares
2:4)
Dios desea
tener intimidad y comunión con nosotros. Dios nos está
diciendo: “Cuando entras en Mi
presencia, concentra tu atención en tener comunión
conmigo - en
conocerme”.
No creo que
hayamos llegado a ese punto aún. Somos criaturas
con necesidades, penas y dolores, pero el Señor nos ha
amonestado a buscar Su reino y Su justicia y las demás
cosas nos serán añadidas.
También nos ha
prometido:
“Y si
dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma
afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad
será como el mediodía.
Jehová te pastoreará siempre, y EN
LAS SEQUÍAS SACIARÁ TU ALMA, y dará vigor a tus huesos;
y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas,
cuyas aguas nunca faltan.”
(Isaías
58:10-11)
A veces Dios
permite tiempos de sequía, cuando sufrimos un eclipse
del sol de Su rostro, las oraciones suenan huecas,
parece que no hay ni luna, ni estrellas. Pero es una
sequía la que obliga las raíces a profundizar, y a no
vivir del agua superficial. Dios no es Dios
solamente de las montañas de victorias, y de los cultos.
También
Él desea que
maduremos y sepamos vivir cuando llueve y cuando pasamos
por un desierto. Como buenos
soldados aprendemos a sufrir penalidades y a andar por
fe, no por los sentidos. Ten animo, el sol volverá a
brillar, las rosas volverán a brotar, y la primavera
vendrá después del frío del invierno. Dios esta
llamándonos al lugar secreto donde Él sólo será nuestro
deleite principal.
Hay mucho
más en la tesorería del Señor que no hemos experimentado
aún. “Cosas que ojo no vio,
ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las
que Dios ha preparado para los que le
aman.” (1ª Corintios
2:9)
Vamos a proseguir
a la meta suprema de Dios, el plan personal que Él tiene
para cada uno de sus hijos.
Amén.
En el amor de
Cristo,
Daniel |