Una palabra personal para ti

La ley Divina de la multiplicación

9 de enero de 2013

Muy queridos hermanos,

Dios ha establecido unas leyes en la naturaleza y en su creación que si supiésemos utilizarlas nos proporcionarían grandes bendiciones. La ley de la siembra y la cosecha es inmutable. Lo que sembramos lo vamos a cosechar multiplicado. La multiplicación es la ley del universo. Dios ha puesto esta ley dentro de toda semilla, tanto animal como vegetal. En toda la creación se ve operar esta ley.

A nuestros primeros padres, Adán y Eva, el Señor les dijo: “multiplíquense y sean fructíferos.”

“Y los bendijo Dios, y les dijo: FRUCTIFICAD y MULTIPLICAOS; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:28)

También les dio autoridad sobre toda su creación para subyugarla y cuidarla. Dios nuestro Creador quiere bendecirnos también a nosotros para prosperar y multiplicar.

DIOS ES UN DIOS DE LA ABUNDANCIA Y LA MULTIPLICACIÓN

Dios es un Dios de la ABUNDANCIA y la MULTIPLICACIÓN. Jesús nos dio el secreto del éxito. Aquel secreto era la MULTIPLICACIÓN. Jesús tomó lo que ESTABA DISPONIBLE y lo multiplicó. Tomó unos peces y panes para cubrir las necesidades físicas de miles de personas. Después de dar gracias y bendecirlos fueron multiplicados para saciar a cinco mil hombres más las mujeres y niños. Él toma lo poco que le damos, lo bendice y lo multiplica.

Después de que Abraham creyó a Dios y le obedeció, Dios prometió multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo y la arena del mar.

“De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos.

En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.” (Génesis 22:17-18)

Tal como se lo prometió a Abraham Dios quiere multiplicar nuestra descendencia. Dios ha provisto todo lo necesario para que su pueblo crezca y se multiplique. Leemos de la Iglesia primitiva que el número de los creyentes aumentaba en gran manera y se multiplicaba.

“Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres.” (Hechos 5:14)
“Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se MULTIPLICABA grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.” (Hechos 6:7)

En la gran comisión Jesús nos mandó que predicásemos el evangelio a cada criatura y que hiciésemos discípulos de todas las naciones enseñándoles que guarden todas sus enseñanzas. Prometió darnos poder para SER testigos, no sólo poder para testificar. También requiere que andemos dignos de esta vocación santa.

Cada creyente, nacido de nuevo, que forma parte de su Iglesia, tiene el privilegio y la obligación de ser un portavoz de las buenas nuevas y de hacer discípulos. Salomón escribió: “el que gana almas es sabio.” (Proverbios 11:30). Lo contrario es también cierto, el que no sabe ganar almas para Cristo no posee la sabiduría necesaria, no es instruido en justicia. San Pablo escribió a Timoteo:

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que USA BIEN LA PALABRA DE VERDAD.” (2ª Timoteo 2:15)

El que posee la sabiduría de Dios y está lleno y ungido por el Espíritu Santo, va a ganar almas y ser fructífero. No hay excusa válida si no estamos haciendo lo que Jesús nos manda.

UN GRANO QUE CAE EN TIERRA Y MUERE LLEVA MUCHO FRUTO

Antes de que podamos ver la multiplicación de nuestras palabras y esfuerzos, tenemos que cumplir ciertas condiciones. Jesús dijo:

“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de TRIGO no CAE en la TIERRA y MUERE, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.

El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” (Juan 12:24-25)

Creo firmemente que la persona que Dios utiliza en la conversión de las almas y para instruir discípulos en los caminos de Dios, ha tenido que morir al yo y negarse a sí mismo. Cuanto menos haya de nuestro yo más habrá de Dios. Si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda solo.

Un grano de trigo, normalmente puede producir 50 granos y esos granos plantados tienen el potencial de producir 2,500 y así sucesivamente. Si la ley de la multiplicación está en toda la naturaleza, ¿por qué no vemos el crecimiento numérico en nuestras iglesias? ¿No sería razonable de esperar que cada creyente, como un grano de trigo se multiplique?

Nota los siguientes cálculos:

Supongamos que alguien, al convertirse ganara un alma en un año, y estos dos ganaran un alma al año siguiente, y así sucesivamente cada nuevo creyente ganara UN ALMA cada año, y lo discipulara para ir a ganar otros. Sobre todo con el fervor y el primer amor, no es nada fuera de lo normal que esa persona traiga otra a los pies de Cristo en un año. Si se esperan uno o dos años antes de compartir su fe, corren el riesgo de que se enfríen, se hagan indiferentes y apáticos y caigan en la rutina de los que les rodean. El que no testifica y comparte su fe pronto perderá el fervor y el primer amor.

Si cada creyente ganara un alma para el Señor cada año, el número de convertidos en 30 años ascendería a diez billones, setecientos treinta millones ochenta y seis mil cuatrocientos sesenta y cuatro personas.

Es decir dos veces más de la población del mundo. Así es la ley de la multiplicación.

La costumbre que hay en las iglesias de un predicador profesional y una congregación de espectadores que vienen a escuchar un sermón, ha estancado el crecimiento de la iglesia y nos ha hecho una Iglesia de espectadores y de simpatizantes.

La Iglesia primitiva creció y se multiplicó. Ese es nuestro modelo para hoy. Los discípulos (creyentes) fueron esparcidos por la persecución y fueron por todas partes predicando el evangelio. La fe cristiana se esparció como un fuego fuera de control y arrasó todo pecado e incredulidad. En la historia de los avivamientos vemos el mismo fenómeno.

El que multiplicó los panes y peces y estableció las leyes de la multiplicación en la naturaleza, puede también multiplicar tus palabras y esfuerzos, aunque parezcan insignificantes. Una semilla de mostaza parece insignificante pero puede producir una hortaliza grande. Una bellota es muy pequeña pero puede producir un árbol grandioso.

SINERGIA - MULTIPLICACION A TRAVÉS DE LA UNIDAD

“Otra vez os digo, que si dos de vosotros SE PUSIEREN DE ACUERDO en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 18:19)

Dutch Sheets en su libro “Una guía para principiantes a la oración intercesora” explica el ley de la multiplicación así:

“GRAN PODER ocurre a través de la UNIDAD. Unidos nos movemos en un principio de MULTIPLICACIÓN, no adición. Dios le dijo a Israel, "Cinco de vosotros perseguirán a ciento, y ciento de vosotros perseguirán a diez mil”. (Levítico 26:8)

Este principio de SINERGIA se define como: "la acción combinada de dos o más, que tiene un efecto total mayor que la suma de sus efectos individuales." Este término se usa en las Escrituras para describir a los miembros del cuerpo de Cristo FUNCIONANDO JUNTOS. En Romanos 16:3, Filipenses 1:24, 1:08 y 3 Juan 1:8, el Espíritu Santo nos dice que el principio de la sinergia funciona cuando TRABAJAMOS JUNTOS, y esto sin duda es el caso de la oración.

Si usted está teniendo dificultades para romper en oración o recibir la victoria en una situación difícil, busque uno o más creyentes que se pongan de acuerdo en oración con usted. Muchas veces esto es cuando el avance viene. No trate de luchar contra la adversidad solo. Busque a alguien que le ayude. Dios responderá a sus plegarias.”

Dutch Sheets, “The Beginner’s Guide to Intercessory Prayer”. Páginas 120 – 122.

PARÁBOLA DE LOS TRES SIERVOS

Dios no solamente nos aconseja que llevemos fruto, sino que lo requiere y lo demanda. En la parábola de los tres siervos o mayordomos, todos recibieron una cantidad de dinero según su capacidad, con el mandato de negociar con ese dinero. Todos sabían claramente lo que su Señor esperaba de ellos. El que recibió solo un talento, tuvo miedo de perderlo, no quiso arriesgarse y cavó en la tierra y lo enterró. Su Señor al regresar y pedirles cuenta se enojo muchísimo con este siervo pues no había ganado nada con la inversión.

Solamente intentó devolvérselo a su Señor diciendo: “Toma, lo que es tuyo.” Su Señor le llamó siervo malo, negligente e inútil, pues ni siquiera puso el dinero en el banco, para ganar algo de interés. No podemos decir al final de cuenta: “he guardado mi alma, no he caído, aquí tienes lo que es tuyo, lo que me diste.” Su Señor le destinó al siervo inútil al castigo eterno con los incrédulos, es decir, su destino no fue mejor que los que no eran sus siervos.

Dios requiere que llevemos fruto y aprovechemos las enseñanzas, las predicaciones, los consejos, las oraciones, y que llevemos fruto. ¿Alguien ha orado por ti? ¿Te han traído el mensaje de salvación? ¿Te han instruido en justicia? Ahora te toca a ti hacer lo mismo. De gracia has recibido, da de gracia.

Cuando Jesús vio una higuera que solamente tenía hojas y no tenía fruto, la maldijo y se secó.

PARÁBOLA DE LA VID VERDADERA

En la parábola de la vid verdadera, que es Jesús, el Señor dijo que su Padre es el labrador y cada pámpano en Él (en su cuerpo) que no lleva fruto, es cortado y echado en el fuego y los que llevan fruto son podados para que lleven más fruto.

Jesús demanda que cada pámpano en Él lleve fruto. Tenemos que tener en cuenta la calidad del fruto, y también la CANTIDAD. El Padre quiere que llevemos MUCHO FRUTO, y seguramente parte de ser fructífero es la influencia que podemos tener en este mundo. Por lo tanto, la meta de cada cristiano, nacido del Espíritu y lleno del Espíritu es conocer a Cristo mejor y DARLE A CONOCER. Dentro de estos parámetros se debe incluir todo lo que hacemos en la vida: vivir para la gloria de Dios, sumisos a la voluntad de Dios revelada en su palabra, iluminada por su Espíritu, y siendo testigos efectivos del Señor.

Cuando hablo de fruto, no me refiero solamente a obras y a testificar, sino que Dios desea ver la calidad de fruto y la motivación de nuestras obras. Las obras que no son motivadas en obediencia y amor son obras muertas.

La calidad del fruto debe ser lo que San Pablo definió en Gálatas 5, es decir el fruto del Espíritu. Somos salvos por gracia mediante la fe no por obras, para que nadie se gloríe, pero la gracia de Dios nos enseña a negar pasiones, y a vivir justa y piadosamente en este mundo.

“Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.” (1 Tito 3:8)

NEGARSE Y TOMAR SU CRUZ

El que rehúsa sufrir por causa de Cristo y negarse a sí mismo, quedará estéril.

“Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (2 Pedro 1:8)

La muerte al “yo” y a los deseos de la carne puede ser lenta, dolorosa y progresiva, pero necesaria si vamos a ser salvos y recibir la corona de la vida.

La esterilidad de muchos en la Iglesia es causada por los que han rehusado comprometerse y negarse. No están dispuestos a llevar la carga de la obra o sufrir inconvenientes. Una mujer que no quiere las complicaciones de un embarazo no va a tener hijos. El que rehúsa morir al yo, quedará estéril. Refiriéndose a Jesús el apóstol escribió.

“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar MUCHOS HIJOS a la GLORIA, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.” (Hebreos 2:10)

Jesús puede llevar muchos hijos a la gloria porque no quiso salvarse a sí mismo, sino que se sometió a la voluntad del Padre, aunque ésta era la muerte y muerte de cruz.

Moisés escogió sufrir con el pueblo de Dios, (aunque era un pueblo esclavo y él un príncipe) antes que gozar de los deleites temporales del pecado, porque tuvo fe en la recompensa. Consideró los sufrimientos por la causa de Cristo mayores riquezas que los tesoros de Egipto.

“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,

escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado,

teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.” (Hebreos 11:24-26)

Moisés tuvo que rehusar ser llamado hijo de la hija de Faraón antes de poder escoger identificarse con el pueblo de Dios. Esta es una lección también para nosotros. Tenemos que rehusar al amor al mundo y a ser identificados con los mundanos antes de poder ser identificados con Cristo y su pueblo. El que no rehúsa no puede elegir.

A cada uno le corresponde una cruz, a unos, más ligera y a otros, más pesada. La cruz es algo que cruza, intercepta y es contrario a nuestra voluntad y a nuestro camino. La cruz está en el cruce de los caminos, donde debemos tomar una decisión. Los que quieren reinar con Cristo deben tomar el vaso del sufrimiento y ser bautizados con un bautismo de dolor.

Al joven rico que indagó sobre el camino de la salvación, el Señor Jesús le respondió: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoros en el cielo; y ven y sígueme.” El joven no quiso pagar el precio y se fue triste. No conocemos ni su nombre, solamente su condición.

San Pablo advirtió a la Iglesia de Corintio que había entre ellos “enemigos de la cruz de Cristo, cuyo dios es su estomago, y cuya gloria es su vergüenza, los sensuales que sólo piensan en lo terrenal.” Estos no tenían dominio propio sobre sus deseos ni apetitos y esquivaban tomar la cruz. El que no toma su cruz y sigue a Cristo quedará descalificado para la carrera.

LOS QUE SIEMBRAN CON LÁGRIMAS SIN DUDA VOLVERÁN CON REGOCIJO

“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas. (Salmo 126:5-6)

Los que salen sembrando la buena semilla con lágrimas, sin duda volverán con regocijo trayendo sus gavillas. Todo lo bueno tiene su precio. No hay nada en el reino de Dios que sea barato. Somos redimidos por la sangre del Hijo de Dios y esto significa la muerte antes de la resurrección. El que sufre con Él reinará con Él. El que siembra escasamente, recogerá escasamente. No hay satisfacción mayor que traer almas a los pies del Salvador y rescatar un pecador del infierno. Este es nuestro deber y privilegio. Unos siembran y otros riegan y discipulan, pero Dios da la cosecha.

A Dios le toca multiplicar la semilla que hemos sembrado pero a nosotros nos corresponde arar el barbecho y sembrar una vida santa. Dios es fiel en regar la semilla que hemos plantado en la tierra fértil de su voluntad. Seremos bendecidos y seremos una bendición a muchos.

“Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia.” (Ósea 10:12)

AHORA NOS TOCA A NOSOTROS

Alguien ha orado por nosotros y nos ha traído el mensaje de salvación, ahora nos toca a nosotros hacer lo mismo y no esconder el tesoro de la verdad que Dios nos ha dado. Dios ama al DADOR ALEGRE sobre todo al que da su vida por rescatar a otros de la muerte eterna. No hay amor mayor que el que da su vida por otros. El que quiere salvar su vida la perderá, pero el que la pierde por la causa de Cristo y su gloria, la guardará para vida eterna.

Cada día estamos sembrando algo: tiempo, palabras, esfuerzo, dinero, etc. Pregunto: ¿Dónde lo estás sembrando? Dios ha prometido suplir todas nuestras necesidades según sus riquezas en gloria por Cristo Jesús, pero antes debemos invertir y depositar el tesoro en el cielo. Si tu tesoro está en las cosas terrenales, allí estará tu corazón y no puedes esperar que Dios te supla tus necesidades según sus riquezas en gloria, pues no has depositado nada en el banco celestial. El que siembra para la carne, en lo natural, de la carne cosechará corrupción. La ley de la siembra es inmutable y lo que sembramos, vamos a cosechar.

Si fuésemos concientes de que debemos multiplicar la inversión que Dios ha puesto en nosotros o pagar las consecuencia de un siervo negligente, entonces tomaríamos en serio nuestras obligaciones, “id” significa no te quedas parado. “Predica” significa no te quedas callado. “Dad” significa que siembras la semilla que Dios te ha dado para que haya una cosecha. Si Pablo dijo: “Ay de mí si no predico el evangelio”, creo que si pensáramos así, el mundo cambiaría y la Iglesia se multiplicaría.

No nos cansemos de hacer el bien y de sembrar, pues en el tiempo de Dios segaremos si no desmayamos.

“Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza.” (Proverbios 11:24)

Sin una meta común, no tendremos un destino común y no podremos correr la carrera y llegar a la meta. Así que ve por todo el mundo y predica el evangelio, muestra el amor de Dios como buen representante de tu Maestro y un día oirás su voz diciendo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. (Mateo 25:21)

Aprovecha cada oportunidad que Dios te da para ganar almas. Muchos se mueren sin oír el evangelio. Si tú tienes esa riqueza, compártela con otros. Dios está muy pendiente de esta labor; es la más importante vocación del mundo con recompensa eterna.

DIOS SIGUE SIENDO EL DIOS DE LA MULTIPLICACIÓN

Dios sigue siendo el Dios de la multiplicación, pero es esencial que le demos lo que tenemos en nuestras manos para que Él lo bendiga y lo multiplique.

De igual manera, el Señor le preguntó a Moisés, ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara”. Entonces el Señor le dijo: “Échala en tierra.” (Éxodo 4:2-3)

El milagro de multiplicación solo ocurre cuando lo que uno tiene a su disposición es puesto en las manos del Señor, y Él lo bendice. ¿Qué es lo que tienes que está disponible para Dios? Jesús ha dicho que el reino de Dios es como una semilla de mostaza. Una semilla muy pequeña, pero luego se hace una hortaliza grande donde los pájaros pueden hacer sus nidos y encontrar refugio. Yo comparo esa semilla con una vida, o una revelación de Dios, que sembrada, puede ser multiplicada miles de veces hasta dar cobijo y refugio a multitudes.

He invertido y compartido lo que Dios me ha dado: mi vida, tiempo, dinero, una idea, una palabra de Dios revelada a mi mente, y cuando es compartida con otros ha dado una cosecha abundante.

He sembrado la palabra, cómo y dónde he podido: predicando en las calles, en la iglesia, a través de reuniones en casas, con discos, con cassettes ahora por radio y televisión y la palabra sigue corriendo como un riachuelo, y no habrá quien la pare, ni quien extinga el fuego.

Dale al Señor lo que tienes y Él lo multiplicará más allá de lo que puedes imaginar. Él lo usará para alimentar a un mundo moribundo que necesita el pan de vida.

Nadie sabe cuantos manzanos hay en una semilla.

¡DIOS ES EL DIOS DE LA MULTIPLICACIÓN!

Amen.

Un abrazo paternal,
Daniel