Edificando las
ruinas
27 de abril,
2010
“Y los tuyos EDIFICARÁN las RUINAS
ANTIGUAS; los cimientos de generación y generación
levantarás, y serás llamado REPARADOR DE PORTILLOS,
restaurador de calzadas para habitar.”
(Isaías
58:12)
Queridos y amados
hermanos,
En Isaías 58 Dios
da una promesa de restauración y bendición para Su
pueblo que le obedece: “Y los tuyos
EDIFICARÁN LAS RUINAS ANTIGUAS; los cimientos de
generación y generación levantarás, y serás llamado
reparador de portillos, restaurador de calzadas para
habitar.” Dios me ha
hablado una palabra con el fin de que EDIFIQUEMOS las
RUINAS y volvamos a LEVANTAR los MUROS
DERRUMBADOS.
En el Antiguo
Testamento, Nehemías fue utilizado por el Señor para
edificar Jerusalén que había sido destruida. Él tenía una
posición segura sirviendo de copero al rey. No tenía
necesidad de complicarse la vida dejando la seguridad de
un buen trabajo, con sus garantías, para edificar los
muros de una ciudad casi destruida.
Pero el Espíritu
Santo utilizó Hanani y unos hermanos de Judá que le
hicieron conocer el estado deplorable de Jerusalén y el
peligro que corrían los habitantes sin
protección.
“Y me dijeron: El remanente, los
que quedaron de la cautividad, allí en la provincia,
ESTÁN EN GRAN MAL Y AFRENTA, y el MURO DE JERUSALÉN
DERRIBADO, y sus puertas quemadas a
fuego.”
(Nehemías
1:3)
Al conocer la
situación de su pueblo y de la casa de Dios, fue muy
afectado y lloró y se puso a orar y ayunar. No se quedó
indiferente ante las circunstancias que amenazaban a su
pueblo.
“Cuando oí estas palabras me senté y
lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré
delante del Dios de los cielos.”
(Nehemías
1:4)
Cuando el rey le
vio triste, cuando antes siempre estaba alegre, le
preguntó que le pasaba. Al compartir con
el rey su carga, el rey le dio autoridad para pasar por
territorio enemigo, y todas las provisiones necesarias
para reconstruir los muros de la santa ciudad.
Al igual, nuestro
Rey, nos ha dado las cartas (los evangelios y epístolas)
autorizándonos para pasar por territorio enemigo y todas
las provisiones necesarias para reconstruir
la
Iglesia y para protegerla de los
ataques del enemigo.
Los Muros
Cuando Nehemías
vio el estado lamentable del pueblo de Dios, sin
protección, devastado por las invasiones y en tanto
peligro de ser atacado e invadido de nuevo, se le
quebrantó el corazón y decidió hacer algo para
RECONSTRUIR LOS MUROS y poner de nuevo las puertas de la
cuidad.
Los muros
representan protección. Los muros son
para evitar la invasión de los que vienen a robar, matar
o destruir. Tanto corporal
(la
Iglesia) como individual, necesitamos
muros de protección para impedir el avance del enemigo
de nuestras almas.
Dios ha hecho
PROVISIÓN PARA PROTEGER a su pueblo de los ataques y
estrategias del diablo. La fe en
la
Palabra y en el carácter de Dios,
levanta MUROS DE DEFENSA contra los ataques del enemigo.
Somos
protegidos mediante la fe en el Señor por el
conocimiento de aquel que nos ha dado preciosas y
grandes promesas.
“Por medio de las cuales nos ha dado
preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas
llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina,
habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a
causa de la concupiscencia.”
(2ª Pedro
1:4)
No se puede
edificar algo que nos protege de los ataques del enemigo
sin confianza en Dios y en su Palabra. La oración, la
lectura de la Palabra y la
confesión de nuestra fe, edifican un muro
IMPENETRABLE.
Somos protegidos de los dardos de fuego por fe y
esa fe depende de nuestra comunión con Dios y del amor a
su Palabra.
La Biblia nos
enseña que los muros de la Santa
Ciudad, son SALVACIÓN y las puertas se
llaman ALABANZA.
“Nunca más se oirá en tu tierra
violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu
territorio, sino que a tus MUROS LLAMARÁS SALVACIÓN, y a
tus PUERTAS ALABANZA.” (Isaías
60:18)
La seguridad de
nuestra salvación está basada en la obra vicaria de
Cristo, y un corazón lleno de gratitud y alabanza impide
los ataques del acusador. Las puertas de
Jerusalén celestial se abren de par en par cuando el
pueblo de Dios con corazones llenos de gratitud, ofrece
el sacrificio de la alabanza.
Manos a la obra
Nehemías al llegar
a Jerusalén e inspeccionar las ruinas, reunió a los
dispersados, a los que se libraron del destierro y les
comunicó su visión de restaurar los muros derrumbados y
las puertas quemadas. Dijo:
“Ustedes son testigos de nuestra
desgracia. Jerusalén está en
ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego.
¡VAMOS,
ANÍMENSE! ¡Reconstruyamos
la muralla de Jerusalén para que ya nadie se burle de
nosotros!”
(Nehemías
2:17)
Al oír esto fueron
animados y exclamaron, ¡Manos a la obra! Y unieron la
palabra con la acción. Cada creyente
tiene esta responsabilidad de poner manos a la obra, de
quitar los escombros, de preparar la mezcla y de llevar
las cargas necesarias para levantar los muros de la casa
de Dios.
Pero no hicieron
esta obra sin oposición continua de sus adversarios.
Cuando uno
determina servir a Dios de todo corazón y ser utilizado
para edificar Su Iglesia, va a encontrar oposición.
Pablo
dijo:
“Porque se me ha ABIERTO PUERTA
GRANDE Y EFICAZ, y muchos son los ADVERSARIOS.” (1ª
Corintios 16:9)
Si tenemos una
visión de lo que Dios quiere hacer, tendremos oposición,
pero aunque habrá ataque, tendremos la victoria al
final.
Burla y Desprecio
En primer lugar SE
BURLARON de ellos DESPRECIANDO LA OBRA que estaban
realizando.
“Cuando Sambalat se enteró de que estábamos
reconstruyendo la muralla, se disgustó muchísimo y SE
BURLÓ de los judíos.
Ante sus compañeros y el ejército de
Samaria dijo: ¿Qué están
haciendo estos miserables judíos? ¿Creen que se les
va a dejar que reconstruyan y que vuelvan a ofrecer
sacrificios? ¿Piensan acaso
terminar en un solo día? ¿CÓMO CREEN QUE
DE ESAS PIEDRAS QUEMADAS, DE ESOS ESCOMBROS, VAN A HACER
ALGO NUEVO?”
(Nehemías
4:1-2)
Sambalat, Tobías y
Gesem el árabe, tienen muchos descendientes. El diablo quiere
desanimarnos insinuando que lo que estamos haciendo para
el Señor no tiene valor, que no va a durar. Siempre habrá
gente que quiera opinar sobre lo que hacemos, ellos
mismos no nos ayudan ni hacen nada, pero se ponen como
jueces para juzgar lo que hacemos. Nehemías les
contestó bien:
“Yo les respondí: “EL DIOS DEL
CIELO NOS DARÁ ÉXITO. Por tanto,
nosotros Sus siervos nos levantaremos y edificaremos,
pero ustedes no tienen parte ni derecho ni memorial en
Jerusalén.”
(Nehemías
2:20)
De nuevo volvieron
a burlarse de la obra de reconstrucción:
“Y Tobías el amonita, que estaba
junto a él, añadió: ¡Hasta una zorra,
si se sube a ese montón de piedras, lo echa
abajo!”
(Nehemías
4:2-3)
El pueblo tenía
ganas de trabajar y unidos se esforzaron. Desde temprano
por la mañana hasta el anochecer, trabajaron en la obra.
Todas estas
experiencias son lecciones espirituales para nosotros.
Además de
trabajar para el Señor, debemos TRABAJAR UNIDOS. Una necesidad
urgente para poder levantar los muros, es trabajar en
unidad. Aunque cada uno
trabajaba por separado, estaban unidos con un solo
propósito, con un mismo sentir y un corazón; y además,
alguien estaba encargado de tocar trompeta cuando
hubiera peligro, para que los demás vinieran a su
defensa.
Cuando el enemigo consigue dividir al pueblo de
Dios, deja fisuras en la protección. Una casa dividida
no puede permanecer. Debemos a toda
costa guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la
paz.
Sambalat y
compañía, no se contentaron con despreciar lo que los
Judíos estaban haciendo sino que continuaron sin tregua,
intento tras intento, para detener la obra e infundir
temor.
Chismes y calumnias
Otro de sus
ataques tomó forma de chisme y calumnia. Los chismes y
calumnias son otro método que utiliza el diablo para
desanimar al creyente que se dispone a trabajar en
serio. Comenzaron a
decir:
“CORRE EL RUMOR entre la gente y
Guesén lo asegura de que tú y los judíos están
construyendo la muralla porque tienen planes de
rebelarse. Según tal rumor,
tú pretendes ser su rey.”
(Nehemías
6:6)
El desánimo de los
escombros
“Y dijo Judá: Las fuerzas de
los acarreadores se han debilitado, y EL ESCOMBRO ES
MUCHO, y no podemos edificar el muro.”
(Nehemías
4:10)
Por si esto no
fuera suficiente, el pueblo por fin se desanimó por los
escombros que tenían que quitar antes de poder edificar.
Tomemos
nota que los trabajadores se cansaban y se sentían
frustrados por la cantidad de escombro. Los escombros
dificultaban la labor y les impedían encontrar las
piedras. La
definición de escombros es "conjunto de desechos de una
obra, de un edificio derribado, lodo, tierra, barro, o
polvo.”
¿Qué sentido
tienen los escombros para nosotros? A mi entender,
los escombros del antiguo muro, representan las
desilusiones y todo lo que dificulta hacer la obra de
Dios con ánimo. Si comenzamos a
mirar por ejemplo, a la cantidad de gente que vuelve
atrás, los de carácter enfermizo y débil, los que
traicionan y los que son desagradecidos, seguramente
vamos a ser desanimados.
Los escombros
también son los sueños e ilusiones que tuvimos pero que
no se realizaron. Los dos
discípulos que iban en el camino de regreso a Emaús,
estaban desorientados y desilusionados. Lo que esperaban
no aconteció, todas sus esperanzas en un Cristo Rey, un
libertador, fracasó con su muerte. Dijeron: “Nosotros
esperábamos que Él era el que había de redimir a
Israel”. Es el desánimo
que resulta cuando lo que se esperaba no acontece. La esperanza que
demora enferma el alma.
La vida conlleva
desilusiones. No podemos
proteger nuestras almas con presunciones y
pretensiones.
Tenemos que agarrarnos a lo que tenemos por
cierto, el amor de Dios, Su Palabra y la seguridad de la
salvación. Cristo en
nosotros la esperanza de gloria. Obedeciendo las
palabras de Cristo, edifiquemos sobre algo sólido, y las
inundaciones y vientos que vienen no podrán destruir
nuestra fe.
Sólo podremos
edificar con piedras. Hay PIEDRAS de
las PROMESAS DE DIOS hechas reales por el Espíritu
Santo. Lo
que sabemos con CERTEZA, son las piedras con las cuales
podemos edificar nuestras vidas.
Cada verdad que
hemos creído y puesto por obra en nuestra vida, es
asentar UNA PIEDRA EN EL MURO que nos defiende del
engaño de Satanás y nos establece en la fe.
“Por tanto, cualquiera que oye estas
palabras mías y LAS PONE EN PRÁCTICA, será semejante a
un hombre sabio que edificó su casa sobre la
roca.”
(Mateo
7:24)
Una de las piedras
en ese muro es el DOMINIO PROPIO. El que sabe
controlar su espíritu es más seguro que los muros de una
ciudad.
“Como ciudad derribada y sin muro es
el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.” (Proverbios
25:28)
Cada palabra de
Cristo puesta por obra, nos protege de las influencias
mundanas y malignas. La luz nos
separa de las tinieblas, la verdad nos separa del
engaño. El
que cree la verdad, vive la vida cristiana separado del
mundo por ese MURO DE REVELACIÓN que lo protege de las
mentiras y del padre de mentira.
El temor
El
enemigo, utilizando a los mismos judíos (creyentes)
trató que desistiesen infundiéndoles temor.
“Algunos de los judíos que vivían
cerca de ellos venían constantemente y nos advertían:
LOS VAN A
ATACAR por todos lados.”
(Nehemías
4:12)
Nehemías, el
hombre con la visión y la carga, el que inició esa obra,
se dirigió al pueblo con estas palabras:
“Después miré, y me levanté y dije a
los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo:
NO TEMÁIS
delante de ellos; ACORDAOS DEL SEÑOR, grande y temible,
y PELEAD por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por
vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras
casas.” (Nehemías
4:14)
La intimidación es
algo muy actual, que tiene a la Iglesia a la
defensiva, y a veces nos acobardamos ante las asechanzas
del mundo. Debemos reconocer
que el temor que viene cómo consecuencia de la
intimidación es un espíritu maligno, y que solamente se
puede vencer por el poder del Espíritu Santo. Sin el poder de
Dios no podemos hacer frente a las fuerzas diabólicas,
ni a las amenazas del mundo incrédulo. San Pablo
acierta:
“Porque no nos ha dado Dios espíritu
de cobardía (temor), sino de poder, de amor y de dominio
propio.”
(2ª
Timoteo 1:7)
Los discípulos
fueron intimidados antes del día de Pentecostés, y
estaban encerrados detrás de las puertas por temor a las
autoridades. Pero después de
su llenura e investidura de poder de lo alto, en
Pentecostés, estos hombres vacilantes y débiles se
enfrentaron a todas las autoridades sin temor alguno.
El pequeño
grupo de creyentes, ciento veinte en total, que salieron
del aposento alto llenos del Espíritu, cambiaron la
historia de la civilización e hicieron titubear al
Imperio Romano. Dios dice,
“No con ejército, ni con fuerza, sino
con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
(Zacarías
4:6)
La verdad, hecha
eficaz por el Espíritu Santo, vencerá al reino de las
tinieblas y establecerá la Iglesia de
Jesucristo en la tierra. Jesús nos
dijo:
“Toda potestad me es dada en el cielo
y en la tierra. Por tanto id, y
haced discípulos a todas las naciones.”
(Mateo
28:18)
Estos discípulos,
convencidos de la realidad de estas palabras, salieron
con un solo propósito: el de obedecer al Comandante del
ejército de Dios y a la Cabeza de
la
Iglesia, siendo llenos del Espíritu, y
convencidos de la autoridad conferida a ellos por
Jesucristo, VENCIERON TODOS LOS OBSTÁCULOS y las
persecuciones. La historia de
la
Iglesia es la historia de los que
vencieron al maligno por la sangre del Cordero, y
estaban dispuestos a derramar su sangre por la única
causa por la que vale la pena morir.
Esconderse
Otro ataque vino
con la tentación de buscar refugio en el templo por
temor a ser matado. Muchas Iglesias
se esconden detrás de los muros del Templo y no se
atreven a salir a buscar a las almas por el temor de
quedar mal o ser ridiculizado. Pero nosotros no
vamos a escondernos detrás de los púlpitos o muros, sino
que vamos a salir del salero y llevar la luz donde las
tinieblas son más densas.
En Nehemías 4:15
Nehemías dijo:
“Y
cuando oyeron nuestros enemigos que lo habíamos
entendido, y que Dios había desbaratado el consejo de
ellos, nos volvimos todos al muro, cada uno a su
tarea”.
Conociendo la
estrategia de los enemigos, cesaron por un tiempo los
ataques y cada uno volvió a su trabajo.
Injusticia
Además de
reconstruir los muros, había mucha injusticia entre el
pueblo.
Había gente muy necesitada a la que le faltaban
provisiones.
Otros seguían teniendo esclavizados a sus propios
hermanos judíos, y no les libraban de sus deudas como la
ley de Moisés requería en el séptimo año.
“Y
había quienes decían: Hemos empeñado
nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para
comprar grano, a causa del
hambre.
Y
había quienes decían: Hemos tomado
prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras
tierras y viñas.
Ahora bien, nuestra carne es como la
carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus
hijos; y he aquí que nosotros dimos nuestros hijos y
nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras
hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de
rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas
son de otros.”
(Nehemías
5:3-5)
El reino de Dios
consiste en justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
Cuando no
hay justicia, no hay ni paz ni gozo. El Espíritu Santo
viene a convencer al mundo de la falta de justicia.
Cuando
conocemos de las necesidades naturales y cerramos el
corazón contra los menos afortunados, damos un mensaje
muy negativo al mundo. El juicio debe
comenzar en la casa de Dios. Actualmente los
cristianos están haciendo una labor laudable tanto en
Haití como en Chile por los damnificados por los
terremotos. Eso da mejor
testimonio del amor de Dios que muchos sermones sin
obras. Nos
acusan de hipócritas y a veces con razón.
“Y dije: No es bueno lo
que hacéis.
¿No andaréis en el temor de nuestro Dios, para no
ser oprobio de las naciones enemigas nuestras?” (Nehemías
5:9)
Distraer de la obra
Cuando ya parecía
que estaban terminando la reconstrucción, vino nueva
oposición de los enemigos en esta forma:
“Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos
en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Más ellos habían
pensado hacerme mal.
Y les
envié mensajeros, diciendo: YO HAGO UNA GRAN
OBRA, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola
yo para ir a vosotros.
Y enviaron a mí con el mismo asunto
hasta cuatro veces, y yo les respondí de la misma
manera.” (Nehemías
6:2-4)
Cuando Jesús fue
tentado en el desierto, después de que venció cada
tentación, leemos que el diablo lo dejó por un tiempo.
Debemos
estar siempre atentos, velando y orando, pues la
victoria no viene sin luchar. Jesús puso su
rostro como pedernal para ir a Jerusalén, y no dejó que
nada le desviara de su misión, aun cuando Pedro le dijo
que salvase su vida.
“Cuando se cumplió el tiempo en que
él había de ser recibido arriba, AFIRMÓ SU ROSTRO para
ir a Jerusalén”. (Lucas
9:51)
Esta tentación de
desviarnos de la meta, es muy común entre los
creyentes.
Lo que Nehemías contestó es una respuesta muy
buena: “Estoy ocupado en
una gran obra y no puedo ir”.
Hay conferencias
interminables, reuniones para tratar temas,
conflictivos, luchas por el poder y posiciones
políticas, mientras las almas se pierden y niños se
mueren de hambre. Recuerdo que los
líderes del movimiento con el cual estaba vinculado en
el principio, me hicieron venir desde Cuba para acusarme
de estar dando dones a la gente mediante profecía e
imponiéndoles las manos. Les contesté con
la
Palabra de Dios y se terminó el asunto,
pero había tenido que dejar la obra en Cuba sin
cobertura por unas acusaciones ridículas. Creo que esto
pasa en más de una ocasión.
Las puertas
Juan Bunyan en su
alegoría “La Guerra
Santa”, describió el alma humana como
una ciudad amurallada con varias puertas. El fundador y
constructor de esta ciudad era el Rey Shaddai, quien la
había construido para su deleite. Lo había hecho
todo perfecto y puso sus leyes buenas en ella. Alrededor había
edificado muros para su protección y puesto puertas.
Entre ellas
estaba la puerta de los ojos y la puerta de los oídos.
El alcalde
de esa ciudad era el Señor Entendimiento. Los consejeros,
eran el Señor Conciencia y el Señor Voluntad. El Rey Shaddai
había dado instrucciones a los ciudadanos de Alma Humana
de tener las puertas cerradas al enemigo, y permanecer
leales a su Príncipe, Emmanuel. Diábolos con su
ejército, buscaba como vengarse del Rey Shaddai y puso
su mira en conquistar y destruir Alma Humana. Después de matar
al Capitán Resistencia, por fin entró a través de las
puertas de los ojos, el deseo de los ojos, y la puerta
de los oídos, el engaño sutil que oyeron para rebelarse
contra su Rey. La historia sigue
hasta que hubo una gran batalla donde el Príncipe
Emmanuel, vuelve a rescatarla.
Los muros de
nuestra alma son impenetrables cuando hay obediencia a
Dios, y cuando no permitimos que las puertas se abran al
maligno. El
Espíritu Santo es el portero que abre al buen Pastor,
pero nos avisa cuando viene el lobo para robar y matar.
La
Biblia dice que nuestro adversario,
como león rugiente busca a quien devorar, el cual
resistid firmes en la fe. Tenemos además un
enemigo dentro de la ciudad que quiere traicionarnos y
ponernos en contra de nuestro Rey, y ese es el deseo de
la carne que lucha contra el espíritu del hombre. Por eso es tan
necesario decretarle a la carne la muerte, hacer morir
los deseos carnales, y fortalecer el espíritu orando en
el Espíritu para que así podamos resistir en el día
malo.
Hasta el final de
nuestros días, el ladrón, Satanás, pretende robarnos la
fe, quitarnos la confianza en Dios y desviarnos de
nuestra meta.
Tenemos que guardar el tesoro que Dios nos ha
dado, la certeza de la salvación, con toda diligencia,
pues somos partícipes de Cristo con tal que retengamos
firmes hasta el fin nuestra confianza del principio.
Además de los
muros que nos protegen, necesitamos ponernos toda la
armadura de Dios y así resistir hasta la muerte las
invasiones de afuera.
Una de las maneras
que un ejército enemigo intenta conquistar una ciudad
amurallada que tiene un buen ejercito dentro, es
sitiarla poniendo baluartes alrededor para impedir la
entrada de agua y comida hasta que sus habitantes se
debilitan y se rinden. De igual manera
el enemigo de nuestra alma intenta cortar nuestro
sustento de comida espiritual y el agua de vida,
tratando de debilitar nuestra resistencia hasta que nos
rindamos a la desesperación, el desánimo, la tristeza y
nos quedemos sin fuerza para resistir más. Gracias a Dios
que tenemos un pozo dentro, las aguas de vida, y el maná
del cielo, que debemos recoger todos los días, y no
depender solo de la comida que viene de afuera para
subsistir. Comiendo
diariamente del pan de la vida, bebiendo de la fuente
inagotable del Espíritu, y teniendo las puertas cerradas
con el candado de la fe, podemos resistir hasta que
nuestro Capitán nos venga a rescatar y nos lleve con Él.
Conclusión
Dios promete que
seremos llamados reparadores de muros derribados y
“restauradores de calles transitables”. Es nuestra tarea
y nuestra obligación poner de nuevo los cimientos
doctrinales de la Iglesia.
Sanar a los quebrantados de
corazón que han sido inundados por el enemigo por
traumas, por una infancia insana o por
maltratos.
Volver a edificar
los muros de la seguridad de la salvación adoctrinando a
la gente con la Palabra para
que el acusador de los hermanos no les haga tambalear en
su fe y caer.
Llevar siempre
la
Espada del Espíritu, la
Palabra de Dios, ceñidos mientras
trabajamos, siempre listos para dar respuesta a los que
quieren saber de nuestra fe.
Procurar la unidad
del Espíritu en el vínculo de la paz.
Asegurar que
hagamos justicia y que en la Iglesia no
permitamos la levadura que infecta toda la masa.
Un día Satanás
será encadenado y no podrá acusarnos ni afligirnos, pero
aun no ha llegado ese día. Un día nuestra
labor habrá terminado y podremos descansar, pero aun
no. Un día
le veremos cara a cara y todos nuestros interrogantes
serán contestados. Un día le veremos
como Él es y seremos transformados en Su imagen. Un día no habrá
mas dolor, ni lagrimas, ni tristeza y la guerra será
terminada y la carrera de la fe acabada, pero aun no.
Aun hay
mucho trabajo que hacer.
Ahora vemos por un
espejo oscuro y andamos por la fe. Ahora permanece
la fe, la esperanza y el amor. Con el amor de
Dios en nuestro corazón, podemos vencer todos los
ataques del maligno, sin que nos haga daño. Aguardemos esa
bendita esperanza, levantando los muros, piedra por
piedra y cerrando cada fisura donde el enemigo puede
infiltrar. Jesús dijo:
“Sé fiel hasta la muerte, y yo te
daré la corona de la vida.” (Apocalipsis
2:10)
Que la gracia de
Dios sea con todos vosotros,
Amen.
Un abrazo paternal en el amor de
Cristo,
Daniel |