Tiempo de llorar y tiempo de hacer
guerra
19 de diciembre,
2008
Queridos hermanos,
Ha sido una alegría y consuelo para
nosotros recibir sus e-mails en respuesta a mi última
carta. Así
sentimos mas de cerca y podemos compartir lo que nos
esta pasando. Por favor
continúen de escribirnos.
Estamos bien. Os daré un poco
de noticias nuestras y luego pasaré a una palabra que el
Señor me ha dado que es palabra fresca para mi y creo
que será de animo también para vosotros.
Rhoda se ha operado de cataratas hoy
en un ojo y todo a salido bien. Confiamos en Dios
que pueda ver de nuevo y que podrá volver a manejar su
coche y leer. Débora nos es de
mucha ayuda y nos sigue cuidando a los dos como buena
hija y buen soldado de Jesucristo.
Yo estoy plantando arándanos en el
campo (frutos del bosque). Tenemos casi 500
plantas que plantar. Haciendo agujeros
y trabajando en el campo ha intensificado la artritis en
mis pulgares y mi cuello.
Débora ha encontrado una cura casi
milagrosa supuestamente, que estamos probando. Todavía no se ha
efectuado la cura.
Se trata de 2 cucharitas de miel natural sin
procesar (no la del supermercado) y una cucharita de
canela en una taza de agua caliente, pero no hirviendo,
dos veces al día en ayunas. En estudios
hechos en la universidad de Copenhagen, Dinamarca,
vieron resultados muy positivos dentro de un mes. También dice el
estudio que este remedio casero sirve para colesterol,
enfermedades de corazón, infección de vesícula, y hasta
cáncer, y un científico español lo descubrió para el
gripe.
¿Puede ser que solucione también el problema de
la vejez?
¿Quién sabe? ¡Ha, ha! Por lo menos no
hay que ir al medico para una receta. Jonatan, el
amigo del rey David tomó miel silvestre y le dio nuevas
fuerzas después de su ayuno.
¿Qué más puedo contar?
Por favor leen paginas 279 hasta
288 en el libro
“Tiempos Peligrosos” – “Peligro de
ladrones”. Para este nuevo
año lean Capitulo 7 del libro “Cartas desde el
Horno de Aflicción”.
Lo que estoy sintiendo de parte del
Señor para las Iglesias actualmente, es la historia del
Rey David y su victoria sobre los Amalecitas que viene
escrito en 1ª Samuel 30:1-4, 7-8 y 17-19.
“Al tercer día, cuando David y sus hombres
llegaron a Siclag, los Amalecitas habían hecho una
incursión en el Neguev (región del sur) y contra Siclag,
y habían asolado a Siclag y la habían incendiado, y se
habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que
estaban en ella, grandes y pequeños, sin dar muerte a
nadie. Se
los llevaron y siguieron su
camino.”
“Cuando David y sus hombres llegaron a la
ciudad, vieron que había sido quemada; y que sus
mujeres, sus hijos y sus hijas habían sido llevados
cautivos.
Entonces David y la gente que estaba con él
alzaron su voz y lloraron, hasta que no les quedaron
fuerzas para llorar.”
“Entonces dijo David al sacerdote Abiatar,
hijo de Ahimelec:
“Te ruego que me traigas el efod”. Y Abiatar llevó
el efod a David.
Y David consultó al SEÑOR: “¿Perseguiré a
esta banda?
¿Podré alcanzarlos?” Y El le
respondió:
“PERSÍGUELOS, PORQUE DE CIERTO LOS ALCANZARÁS Y
SIN DUDA LOS RESCATARÁS A
TODOS.”
“Y
David los hirió desde el anochecer hasta el atardecer
del día siguiente.
Ninguno de ellos escapó, excepto 400 jóvenes que
montaron en camellos y huyeron. David recuperó
todo lo que los Amalecitas habían tomado, también
rescató a sus dos mujeres.”
“Nada de lo que era de ellos les faltó,
pequeño o grande, hijos o hijas, botín o cualquier cosa
que habían tomado para sí; DAVID LO RECUPERÓ
TODO.”
En momentos de pruebas,
aflicciones y hasta calamidades nos damos cuenta de la
necesidad de poner nuestras prioridades en orden. David y su
pequeño ejército regresaron a su pueblo sintiendo
satisfechos de la victoria ganada que habían logrado,
hasta que regresaron a casa y vieron que toda la ciudad
había sido arrasada y quemada pero lo peor de todo era
que todas sus familias habían sido secuestradas por los
amalecitas.
Lloraron y gritaron hasta no poder llorar más, no
por la perdida de sus casas, propiedades y posesiones,
sino por sus esposas e hijos. La perdida peor
que podemos sufrir no es por la perdida de nuestras
casas y cuentas bancarias, sino por el robo de nuestros
familiares.
Por ver como el diablo ha secuestrado a nuestros
familiares, hijos y queridos. De darnos cuenta
que hemos perdido además, lo mas precioso, que es
nuestra fe y esperanza. Dios dice, “no perdáis pues
vuestra confianza que tiene promesa de gran galardón”
(Hebreos 10:35).
Seguramente este ejercito de David,
incluso el Rey David, no se habían dado cuenta del valor
de sus familias hasta que les vieron secuestrado. Que angustia y
temor sufrieron al pensar lo que podía pasar con sus
hijos y esposas.
No nos damos cuenta de lo precioso que es la vida
espiritual y el destino final de nuestros hijos hasta
verles engañados y llevados por el corriente del
mundo.
Después de que es tarde vemos la necesidad de la
oración y el altar familiar y el tiempo de calidad que
pasamos con los hijos. Pero David se
animo y se fortaleció en el Señor. Cuando todos le
querían apedrear como el culpable de todo lo ocurrido,
en vez de hundirse en el remordimiento y la lastima
propia, consultó al Señor.
Lo que quería era oír una palabra de
Dios. Las
opiniones de la gente no le iban a servir ahora. La única voz que
quería escuchar era la voz de Dios. ¿Tendría
esperanza en esta situación tan oscura y
desastrosa?
Dios le dio lo que el necesitaba. “¡Persígueles! ¡Vas a recobrar
todo!”
No desistes en orar, ayunar
y creer, pues vamos a recobrar todo lo que el enemigo ha
robado. El
ladrón viene solamente a robar, hurtar y matar, pero
Cristo ha venido a restaurar y de darnos vida en
abundancia.
Hay un tiempo de llorar, de
arrepentirnos, de darnos cuenta de que nos hemos
equivocado y errado en nuestras prioridades. Pero Dios ha
dado la promesa, nuevamente una esperanza de que nos
perdonara por nuestra idolatría en le materialismo, en
el descuido de nuestras vidas espirituales, en el
letargo de buscar a Dios, en la pereza en la
oración.
Dios es el Dios de toda esperanza y ahora como
nunca antes necesitamos oír esta palabra, “Persigue, pues vas
a recobrar todo”.
Hay que perseverar en la meta de no
desmayar, pero cuando nos confrontamos con el enemigo y
hemos alcanzado la meta, tenemos que batallar, luchar,
puesto toda la armadura de Dios. Ya no hay tiempo
de relajar y disfrutar de las victorias pasadas, estamos
en medio de una guerra a muerte por mantener la fe y de
conquistar la tierra prometida.
Israel perdió la batalla para
conquistar el pequeño cuidad de Hai cuando había
conquistado la ciudad amurallada de Jericó. No se dieron
cuenta que su derrota era consecuencia de que había
pecado en el campamento. Acán había
codiciado algo del botín que era destinado para
Dios. Lo
que codicio era el oro y la vestidura babilónica. Es decir el
dinero y la ropa y el lujo. En otras
palabras el amor al mundo y el materialismo. Al arrepentirse
y condenar a muerte a Acán y su familia, Israel fue
restaurado de nuevo a su posición de victoria.
Antes de clamar a Dios por nuestras
necesidades tenemos que quitar del corazón lo que nos ha
traído la maldición, y después reclamar la promesa
“mi Dios
suplirá todo lo que me falta según sus riquezas en
gloria por Cristo Jesús”.
“No hay mal que por bien no
venga”. Sabemos que todo
obra para bien para los que aman a Dios y son los
elegidos según su voluntad.
Vamos a recobrar lo perdido y lo
secuestrado, pero vamos a aprender las lecciones que
Dios quiere enseñarnos. Vamos a poner en
orden las prioridades y buscar primeramente que venga el
Reino de Dios y Su justicia y las demás cosas serán
añadidas.
Persigamos la meta, la soberana vocación en
Cristo.
Continuemos orando por nuestras familias y Dios
nos promete, ¡Recobraras lo que has perdido!
Un
abrazo fuerte,
Daniel |